Mensaje del Jefe de Gobierno, Martí Batres Guadarrama, durante la publicación de la Ley Malena. Reformas a la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia de la Ciudad de México y al Código Penal
JEFE DE GOBIERNO, MARTÍ BATRES GUADARRAMA (MBG): Quiero saludar especialmente a María Elena y también envío saludos a Carmen, Elisa, a Tania, Emilia, Edith, Rocío, Sandra, Leslie, Yazmín, Camila, en fin, a todas. Saludos a todas, compañeras.
Saludo también y felicito a la diputada Marcela Fuente porque, en honor a la verdad, fue la más insistente, ya que son insistencialistas, la más insistente me consta en este tema que ya traía desde hace tiempo y se abrió la oportunidad para sacarlo adelante.
También saludo con mucho cariño a la senadora Malú Micher, es la presidenta de la Comisión para la Igualdad de Género del Senado de la República, pero antes también fue activista en la Cámara de Diputados, y antes fue directora del Instituto de las Mujeres en la Ciudad de México, en la época que me tocó ser secretario de Desarrollo Social, entonces me tocaba ser el presidente de la Junta de Gobierno del INMUJERES, que ahora es Secretaría de Mujeres, o sea fue elevado a rango de gabinete.
Y, por supuesto, agradezco también todo el seguimiento a esta gran batalla que tiene con mucho compromiso, convicción, cotidianamente la psicóloga Ingrid Gómez Saracíbar, que es nuestra secretaria de Mujeres de la Ciudad de México.
A Francis, a Martha, las diputadas, a mi esposa Daniela también, gracias por estar el día de hoy aquí, a todas las compañeras. Felicitaciones a las diputadas y diputados, sobre todo, a las diputadas.
La Gaceta Oficial de la Ciudad de México ha publicado el día de hoy las reformas que nuestro Congreso aprobó para enfrentar un tipo particular y agresivo de violencia que sufren las mujeres. Estas reformas son para tipificar con mucha claridad los ataques con ácido, sustancias químicas o corrosivas; eran necesarias porque muchas veces se ocultaba el salvajismo de los ataques, a veces muchas mujeres lo ocultaban por vergüenza, porque no querían que se supiera que habían sido víctimas de tal brutalidad, y a veces, sobre todo, la sociedad los ocultaba.
La lucha de las mujeres y su constante denuncia nos han hecho ver a todos los detalles horrorosos y espantosos de la violencia de género, con dolor hemos descubierto que los agresores perpetraban actos que asumíamos que solo existían en la literatura de terror.
Pero si los ataques contra mujeres con ácido y otras sustancias eran terribles, era más sombrío aún que, pese a la denuncia de estos hechos, valerosa y riesgosa muchas veces, y que incluso pese al inicio del ejercicio de la acción penal, los agresores encontraban el modo de escapar, argumentando que había defectos en la tipificación penal o que no era adecuada la conducta al tipo penal.
Estos argumentos formalistas impedían que hubiera justicia, el casuismo en el derecho penal no tiene remedio. Ante la complejidad de la sociedad, el legislador y la legisladora tienen el deber de llevar a los códigos la descripción más exacta de las conductas que debemos sancionar para que los infractores no burlen la acción de la justicia.
Por lo mismo, en las reformas que hoy se publican se aclara y se detalla que los ataques con ácido, sustancias químicas o corrosivas, incluyen, entrecomillo: “cualquier acción u omisión que cause o busque causar daño no accidental arrojando, derramando o poniendo en contacto a la víctima con algún tipo de gas, compuesto químico, ácido, álcalis, sustancias químicas corrosivas, cáusticas, irritantes, tóxicas, inflamables, explosivas, reactivas, líquidos a altas temperaturas o cualquier otra sustancia que por sí misma o en determinadas condiciones puedan provocar lesiones o cualquier tipo de discapacidad”, esta es una definición en la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
El problema de este tipo de actos violentos es que el agresor, en su pretensión de castigar y someter a la mujer, utiliza cualquier tipo de sustancia para atacar a la víctima, de allí la necesidad de una descripción detallada que procura comprender la mayor cantidad de situaciones concretas, se trata de evitar la impunidad.
Por eso, el nuevo Artículo 135 Bis del Código Penal señala: “Del mismo modo, los daños causados por este tipo de ataques ya no serán considerados un caso más del delito de lesiones en nuestro Código Penal, sino un delito separado, con su propia descripción típica y que entre otras cosas supera las clásicas clasificaciones de lesiones leves o graves o la de temporales o permanentes”.
De ahora en adelante las lesiones que se causen a las víctimas mediante ácido, sustancias químicas o corrosivas merecerán de ocho a 12 años de prisión, sin importar la temporalidad, porque lo que se está sancionando, primero que nada, es la violencia machista, la violencia de género, el odio contra las mujeres.
Si la violencia machista causa daños o incapacidades permanentes, la pena debe aumentar en una mitad más. Este aumento en la pena debe darse también cuando la persona víctima sea menor de edad o sea una persona con discapacidad.
También el nuevo Artículo 135 TER del Código Penal señala que la pena aumenta en una mitad más si el ataque mediante ácido ocurre en esta circunstancias: uno, la existencia de una relación afectiva entre el sujeto activo y la víctima; dos, la existencia de una relación de supra subordinación o superioridad entre cualquier tipo de sujeto activo y la víctima; tres, la existencia de una relación de parentesco; cuatro, que previo al ataque que causó la lesión haya habido amenazas, acoso u otro tipo de violencia; cinco, que la víctima sea mujer, transexual o transgénero.
Este nuevo delito deberá considerarse también tentativa de feminicidio cuando cause daños graves y permanentes a la mujer víctima.
La reforma, finalmente, obliga a las instituciones de salud a reportar de manera sistemática los ataques mediante ácido, sustancias químicas o corrosivas de los cuales tengan conocimiento.
Para darnos cuenta de lo que se busca simbolizar con esta reforma, vale la pena reparar en el alcance de las sanciones, no porque pensemos que aumentar la sanción en sí misma disminuye un hecho o un acto, sin embargo, tiene también su importancia inhibitoria y de castigo ejemplar.
Pasamos de un artículo 130 que establecía en las lesiones, decía: “al que cause a otro un daño o alteración en su salud, se le impondrán de dos a cinco años de prisión cuando dejen cicatriz permanente notable en la cara”. De ello, de dos a cinco años a prisión, pasamos a una sanción de ocho a 12 años de prisión.
Pero, además, en los casos en los que se equipare a una tentativa de feminicidio, que es en los casos en que se disminuya una facultad o el normal funcionamiento de un órgano o un miembro, pasamos de una sanción de tres a cinco años de prisión, a una sanción de 11 y hasta 46 años de prisión, lo cual quiere decir que la legisladora y el legislador están marcando aquí la gravedad del daño que supone una falta y un delito como este.
Amigas, amigos, sabemos que el castigo por la vía de penas debe ser siempre la última razón del poder coercitivo de una sociedad civilizada, pero ante la indignante y bárbara violencia machista que somete a las mujeres, es nuestro deber usar con dureza esa última razón, el dolor de las mujeres nos lo exige, por lo tanto, aquí está hoy publicada la llamada Ley Malena.
SECRETARIA DE LAS MUJERES, INGRID GÓMEZ SARACÍBAR (IGS): Buenos días a todas y todos. Me da mucho compartir no solo el espacio y también el presídium con las mujeres y, por supuesto, con el Jefe de Gobierno, Martí Batres, que hoy nos acompaña, les agradezco siempre la presencia, el acompañamiento y la oportunidad. Si me permiten.
El pasado 8 de febrero, nuestra ciudad aprobó las reformas a la Ley que tipifica las agresiones con ácido y otros agentes corrosivos –por cierto, se aprobaron por unanimidad–, tras un año de trabajos en donde confluimos la Secretaría de las Mujeres, la Comisión de Derechos Humanos, las colectivas, la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, asociaciones, víctimas, colectivas, etcétera. Fue un ejercicio fundamental para que nuestras diputadas pudieran darle forma a la iniciativa y presentarla y aprobarla en el pleno.
Estas reformas reconocen la violencia ácida como toda agresión que se perpetra contra niñas, niños y mujeres con agentes químicos ácidos y corrosivos.
Es muy importante señalar que ya existía en una legislación previa los ataques con ácido, pero se reconocían como parte del agravante de lesiones; y hoy se hace como una violencia específica, porque es una violencia específica, como un nuevo tipo de agresión contra las mujeres que causa dolor, sufrimiento, humillaciones y deja marcas permanentes a través de lesiones que pueden ser temporales o permanentes, internas o externas, y las lesiones, por supuesto, que siempre deja la violencia en nuestras almas y que pueden provocar discapacidad, poner peligro en la vida de las mujeres y las niñas.
Las consecuencias de estos ataques provocan, entre otras cosas, cegueras, cicatrices permanentes y dificultades sociales, porque la mayoría de las víctimas pierden su empleo, pierden su ruta de vida y tienen que dedicarse a sanar, tienen que dedicarse a atenderse.
La reforma al Código Penal incluye que las penas aumenten la mitad cuando causen deformidades o haya daños a los órganos; y en el caso de que las víctimas sean niñas, niños o personas con discapacidad, también es un agravante.
Este tipo de ataques, además –y es esto es muy importante, no existía– serán considerados feminicidios en grado de tentativa si el daño físico es permanente o si afecta los órganos reproductivos, las penas pueden alcanzar hasta los 30 años de prisión.
La reforma incluye multas y reparación integral a través de la atención de todas las lesiones a las víctimas y antes –aquí hay compañeras, mujeres víctimas– siempre tuvieron que costearse a través de opciones privadas o las mismas opciones públicas los tratamientos y operaciones para reconstruir su cuerpo y regenerar sus vidas.
Tenemos, compañeras, que llegar antes, por eso es importante seguir trabajando desde todos nuestros centros de atención: las LUNAS, los Centros de Justicia para Mujeres, la Red de Mujeres, desde la Fiscalía con las Abogadas de las Mujeres, porque necesitamos hacer una detección oportuna del riesgo de violencia y también un tamizaje –la Secretaría de las Mujeres ya lo tiene, incluso ya lo tiene incorporando el riesgo de violencia ácida–, que nos permita actuar con estrategias de protección.
Por eso, les pido que nos llevemos el mensaje de que siempre, a la primera se acerquen a los servicios, llamen al *765, vayan a las LUNAS, acérquense a la Red de Mujeres porque, como les insistimos, las escuchamos, les creemos y las vamos a acompañar. Y, además, con estas reformas queremos combatir la impunidad para que ningún ataque quede sin castigo, ningún agresor quede libre y ninguna víctima sin justicia.
Nuestro Gobierno de la Transformación con Acento Social siempre, desde el inicio de esta administración y ahora con el doctor Martí Batres, ponemos acento en las víctimas, ponemos en el centro a las víctimas.
Quiero reconocer y agradecer la valentía y, como dice Malú Micher, el insistencialismo de María Elena, de Carmen, de Elisa, de Camila, de Tania, de Edith, de Rocío, de Rosa y otras tantas que nos han compartido sus historias y que nos han permitido caminar con ustedes, y que a pesar de lo sinuoso que puede ser el camino no se han rendido y nosotras no nos hemos rendido.
A mis queridas Marcela Fuente, Ana Francis, Martha, Vale, todas las compañeras legisladoras les agradecemos por construir en colectiva junto con las instituciones que se han sumado.
Desde el Gobierno de la Ciudad, desde nuestra Secretaría de las Mujeres refrendamos este compromiso por seguir construyendo una ciudad para y con las mujeres y las niñas libre, justa y digna, porque vivas estamos, vivas nos queremos, ni una más.
Gracias.
DIPUTADA EN EL CONGRESO DE LA CIUDAD DE MÉXICO, MARCELA FUENTE CASTILLO (MFC): Buenos días a todas, todos, todes. Quiero saludar al presídium, me honra mucho estar junto a grandes mujeres luchadoras desde diferentes trincheras.
A la senadora Malu Micher, muchas gracias; a la coordinadora del Grupo Parlamentario de MORENA, la diputada Martha Ávila; a la diputada Ana Francis Mor, que es presidenta de la Comisión de Igualdad de Género en el Congreso de la Ciudad de México, que sin su ayuda esto no había sido posible; a Ingrid Saracíbar, secretaria de las Mujeres, que además ha sido una gran aliada en toda esta lucha; a la compañera Daniela Cordero, que también es una gran activista y la conocemos desde hace tiempo, su lucha y además nos reconocemos en ella.
Y, por supuesto, al Jefe de Gobierno, al doctor Martí Batres Guadarrama, quiero agradecerle que nos permita hacer uso de la voz en este evento, en donde hablamos de la iniciativa de ley que pretende poner un alto a una de las violencias más desgarradoras, más patriarcales y curiosamente más invisibilizadas hasta ahora en nuestro país: la violencia ácida.
Quiero decirles que esta ley la tejimos artesanalmente, esta ley que conocen ustedes como Ley Malena, la construimos escuchando las historias de vida de todas: historias dolorosas, historias de violencia, historias de revictimización, historias de impunidad, historias de racismo, pero también historias de activismo que luchan por justicia para todas y que se lucha para la transformación de la vida de todas y todes.
Esta ley, las sobrevivientes cuyos agresores quisieron verlas derrotadas, pero ellas con las más grandes de las fortalezas se levantan todos los días: María Elena Ríos, Carmen Márquez, Leslie Moreno, Sandra Montiel, María López Tovar, Elisa Xolalpa, Martha Ávila, Yazmín Hernández.
Quiero agradecer también a las organizaciones sociales que también estuvieron presentes en los foros para redactar esta ley: a la Casa de las Muñecas Tiresias, a la Unión Diversa de Jalisco, a (inaudible), ONU México, a la Fundación Carmen Sánchez, porque ampliaron con sus conocimientos y con sus perspectivas estas reformas.
Y a varias aliadas que nos encontramos en el camino: a la activista por los derechos de las mujeres trans, la compañera Camila Luna; y a las estimadas especialistas, la doctora Diana Cristal González, que además lleva el caso de María Elena Ríos, y a la doctora Isela Méndez.
Asimismo, queremos reconocer a las instituciones de la Ciudad de México que se interesaron arduamente en analizar la iniciativa que presentamos y nos enriquecieron con su perspectiva con total disposición, y por ello damos las gracias nuevamente a la Secretaría de las Mujeres, a la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, al Consejo Ciudadano para la Seguridad y la Justicia, a la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, a la Secretaría de Salud capitalina, a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas de la Ciudad de México, a la Consejería Jurídica de Servicios Legales de la Ciudad de México.
Y también agradecemos a nuestros compañeros legisladores de las Comisiones de Igualdad de Género y de la Comisión de Justicia, porque sin ellos tampoco hubiera sido posible la promulgación de esta iniciativa de ley.
Quiero hacer énfasis también a las compañeras que me acompañan en este camino: a las compañeras del Aquelarre de Donceles, a la diputada Valentina Batres, Xóchitl Bravo, Valeria Cruz, Alejandra Méndez, Ana Francis Mor, porque con ellas pude desahogar mis dudas, nuestras dudas y poder darle un buen camino a esta iniciativa de ley.
Queremos decir finalmente, que la importancia de la aprobación y publicación de esta ley, que tiene como objetivo combatir, porque ese debe ser uno de los grandes objetivos que debemos tener, combatir la violencia ácida que se caracteriza, como bien dijo la compañera Ingrid Saracíbar, por arrojar, verter, derramar sustancias químicas corrosivas, cáusticas, tóxicas o similares en el cuerpo de una mujer, y que tienen el objetivo de borrar su identidad, de privarla de una vida digna, que tienen el objetivo de borrarlas de esta faz de la tierra.
A partir de observaciones y de los consejos a lo largo de dos años de trabajo legislativo, pero a lo largo de la vida de muchas y muchas, logramos crear una de las legislaciones más avanzadas en el mundo: una que reconoce de manera autónoma este tipo de violencia, la tipifica como grado de tentativa de feminicidio, ordena además a las instituciones realizar un registro estadístico de víctimas de este tipo de ataques que hasta la fecha no se tenía, inclusión de las mujeres trans y agravante en caso de violentarlas, garantizar las medidas de protección y el acceso a la reparación integral del daño.
Hoy creemos que en la Ciudad de México se da un gran paso contra la impunidad a favor de las justicias de las mujeres, pues reconocemos que el Estado debe garantizar una vida digna y libre de violencias para todas las mujeres que aquí habitamos. Y vamos caminando todas, porque juntas vamos a tirar el patriarcado.
Y parafraseando a María Elena Ríos en uno de los foros que tuvimos en el Congreso, retomamos los sueños que alguna vez se nos arrebataron y hoy florecemos. Muchas gracias.
SENADORA DE LA REPÚBLICA, MARTHA LUCÍA MICHER CAMARENA (MLMC): ¡Ay, Dios! ¡Ay, María Elena de mi vida y de mi corazón! Eres, de verdad, naciste y rompieron el molde, así de sencillo. Gracias por lo que nos has enseñado el día de hoy, gracias, de verdad.
Saludo con mucho gusto a mis queridas colegas, queridas compañeras, a todas y todos ustedes. Por supuesto, Marcela, Ingrid, Ana Francis, Martha, Valentina, Daniela, qué gusto que esté aquí nuestra querida Daniela.
Pero quiero abrazar con mucho cariño también a un gran aliado de las mujeres, a un hombre con el que trabajamos hace muchos años, desde el 2006, en esta ciudad de libertades y de derechos, a mi querido amigo, el Jefe de Gobierno, el doctor Martí Batres, gracias mi querido, gracias, querido Martí.
Por supuesto, que este es un día evidentemente de fiesta. Hay que celebrar esta reforma integral, porque de nada nos servía que se modificara la Ley General de Acceso, como lo hicimos en el Senado y ahora ustedes en la Ciudad de México, y no se contemplara la reforma al Código Penal de la Ciudad de México, era trunca. Así es que celebro, mientras nosotros modificamos el 85, ustedes modifican el 135 y eso es lo más importante de la reforma: la tentativa de feminicidio.
Porque la peor de las violencias es esa. Primero, por ser mujeres, pero que nos quieran matar, no solamente dañar, sino matar y, en este caso, a través de este tipo de acciones y de usos de estos corrosivos y todo lo que sabemos que han vivido nuestras compañeras, es para felicitarles.
Yo le quiero ofrecer una disculpa, por supuesto, a estas compañeras que nos han estado acompañando, a Elisa. Elisa, yo no conocía tu caso y te quiero ofrecer una disculpa porque te ocultaste muchos años, muchos años y eso no es correcto, ¿pero sabes qué? Que ya formas parte del grupo de las insistencialistas y redentas, así es que bienvenida, aquí tienes a muchas mujeres que están a tu lado, que estamos a tu lado.
¿Por qué lo digo? Porque sufrió violencia desde 2001, pero saben qué, en el ‘95, en Beijing, nos dijeron que estábamos locas, que qué era eso de la violencia familiar y que, qué era eso de otras violencias, así es que a eso nos obligaron: a ocultar la realidad, a ocultarnos, a no denunciar.
Pero ahora, ya somos, ya es distinto, hay una política de denuncia, hay mucha más libertad, hay integridad, ya se entiende lo que es la dignidad y la dignidad es que nadie te dañe, eso es la dignidad de las mujeres.
Por eso me da mucho gusto que estén aquí las mujeres, Valentina, Marcela y todas las diputadas, Martha, por supuesto, porque presencia de mujer debe garantizar que cambie la vida de las mujeres en este país, y así tenemos que seguir todo el tiempo, con aliados, con hombres que se alían al feminismo, como Martí, como muchos compañeros que sabemos que han hecho historia a nuestro lado.
Yo, única y sencillamente quiero desearles, primero, felicitarles por la unanimidad. Por supuesto, lo que dijo muy claro María Elena, somos hijas de Coatlicue y Xochiquétzal, claro que sí, sí lo somos.
Y, por supuesto, felicitarlas por esta reforma integral. Y larga, larga, larga vida a las mariposas.
Muchas gracias.
ACTIVISTA MARÍA ELENA RÍOS ORTÍZ (MERO): Muy buenos días tengan todas las personas que el día de hoy nos acompañan. Muchísimas gracias por el espacio al Jefe de Gobierno; y, sobre todo, la escucha de los medios de comunicación, que siempre voy a recalcar: si no fuera por ustedes, por hacer eco a nuestras luchas, seguramente nosotras ya no estuviéramos vivas.
Muchas gracias a todas las personas, las mujeres que se dan el tiempo el día de hoy para escucharnos y sobre todo saber de qué consta esta nueva reforma que, sin duda, es un hecho histórico.
El 18 de febrero de 1993 nació cuetzpallin, lagartija en náhuatl, pero el 9 de septiembre del 2019 la señora Mictecacíhuatl me dijo que aún no era el momento de morir, sino de crecer; y a través del llanto que me provocó el dolor de mi cuerpo quemado, me permito y me permitió un proceso de metamorfosis para volver a nacer, volver a nacer ahora en Cipactli, uno cocodrilo.
El día de hoy, en el corazón de mi amado país, me presento honrando a mis ancestras, reconociéndome en el calendario que el hombre blanco intentó destruir, y como una lagartija o un cocodrilo, trato de regenerar no solamente mi piel, sino junto con mis compañeras, tratamos de hacer de México un mejor país.
Al igual que cada una de ustedes para ser parte de esta sociedad civil necesitaba la asignación de un nombre y mis padres me nombraron como María Elena Ríos Ortiz, pero un intento de feminicidio con ácido, avalado y amparado por el patriarcado, me rebautizó como “la saxofonista mixteca quemada por ácido”, en donde un integrante de la élite fascista intentó matarme.
Somos las hijas Coatlicue y Xochiquétzal, mujeres medicina, mujeres autónomas; pero la civilización occidental nos señaló y nos sigue señalando como brujas y comenzaron a borrarnos, comenzaron por quemar nuestros cuerpos y siguieron por quemar nuestras historias. Pero nosotras en silencio sobrevivimos.
La soberbia se acrecentó en los siglos XVIII y XIX, dejaron de nombrarnos; las construcciones conservadoras consideraron como hombres, personas, gente o pueblo solamente a los varones blancos y libres, imponiendo así una idea del hombre universal, dando lugar al ya conocido racismo y clasismo.
Tanta voluntad por ignorar nuestra existencia y negarnos una situación jurídica, que los científicos inclusive asimilaron a las mujeres e infancias como razas inferiores; ahora sabemos que las razas no existen, ¿verdad?
Surgieron grandes hombres de la Ilustración como Schopenhauer, quien dijo que la mujer es un animal inepto y estúpido, aunque agradable y gracioso. O, como Aristóteles, cuando afirmó que la mujer no necesita de escritorio, tinta, papel, ni plumas, entre gente de buenas costumbres, el único que debe escribir en la casa es el marido. Y no olvidemos a Martín Lutero cuando dijo: aunque el hombre y la mujer sean dos mitades, estas no son ni pueden ser iguales, hay una mitad principal y otra subalterna: la primera manda y la segunda obedece.
¿Mitad? Nosotras no somos la mitad de nadie porque nacimos enteras, capaces de transformar al mundo, pero nos han tenido tanto miedo que hasta la fecha del día de hoy insisten en querernos ver divididas. Hoy en día sabemos que ser niña no es sinónimo de inferioridad y si no me creen, volteen a ver a Adhara Pérez, la niña genio de Veracruz con un coeficiente intelectual de 162.
Las mujeres podemos deconstruir estructuras patriarcales a través de nuestra lengua originaria y si no me creen busquen a Yásnaya Elena, lingüista mixe. Las mujeres podemos buscar a nuestros desaparecidos y usar nuestra poesía como forma de protesta y si tampoco no me creen, conozcan a Irma Pineda, poeta zapoteca. Podemos también ser migrantes, sí, pero también lograr ser pedagogas si investigamos sobre la vida de Nadia López, escritora mixteca.
Las mujeres podemos cantar ópera en la lengua de nuestras madres mesoamericanas y si tampoco no me creen, es porque no han escuchado a María Reyna, soprano mixe. Las mujeres podemos construir historias y llevarlas al cine, pero a la vez exigir justicia por nuestros muertos, pero si tampoco no me creen es que no conocen a Ángeles Cruz, cineasta mixteca. Podemos ser madre, pero también podemos ser una mujer músico a la vez, y sin un sentido romantizado y desde una legítima capacidad, ¿ya han escuchado a la banda femenil que dirige la maestra Leticia Gallardo en la Sierra Mixe de Oaxaca?
Y solamente menciono algunas de todas las mujeres valiosas que representan y resisten en este México verdadero y profundo, todas ellas con piel de bronce, así como ustedes. Es un hecho, que jamás seremos las musas blancas, porque sin duda alguna somos las “artistas prietas”, y con esto no quiero decir que los de piel blanca sean malas personas, pero existe y urge la necesidad de reconocer que esta característica, les permite tener privilegios.
Privilegios que germinan un pensamiento blanqueado de superioridad sobre nosotras, en un México que duele, duele todos los días por la discriminación y violencia que genera su clasismo, racismo, machismo y transfobia, problemas sociales ejercidos hacia mujeres, mujeres trans e infancias
¿Pero por qué digo todo este contexto? Porque para quitarnos el yugo hay que saber nuestra historia y así no seguir condenadas a repetirla, porque gracias a estos privilegios y a la violencia que despiden en cada poro de su ser, es el resultado de la injusticia que existe en un 96 por ciento de las mujeres quemadas con sustancias corrosivas en México. Mujeres que no somos hijas de un gobernante, legislador o empresario importante, porque somos hijas del pueblo y esta situación no puede seguir siendo un pero social para sentirnos seguras y ser libres.
Desde aquel 9 de septiembre de 2019, no sabía que además de vivir obligatoriamente un proceso doloroso, largo, cansado y costoso, tendría que vivir otros más, y que para ello tendría que enfrentarme a estructuras patriarcales llenas de corrupción e inoperancia, como lo es el Poder Judicial, sin reformas adecuadas que protegieran a las mujeres en mi situación, agredidas con ácido y otras sustancias corrosivas.
Varias puertas se quedaron cerradas, sin la mínima intención de girar su cerradura, pero muchas, muchas se abrieron. El camino no fue fácil y tampoco lo sigue siendo hasta ahora, no existía en aquel tiempo en Oaxaca una Comisión de Víctimas como lo hay ahora en esta, ahora, mi querida Ciudad de México.
Tenía dos opciones: la primera, era huir de mi país y que ganaran los agresores, los agresores y sus aliados, pero ¿por qué yo? Si yo no robé, yo no maté, ni le hice daño a nadie; pero decidí tomar la segunda opción: resistir, no quise ser estadística y me prometí que esta vez ellos, los feminicidas, ya no tendrían por qué ganar.
A mí no me trajeron a la Ciudad de México, como lo ha dicho la oposición, yo llegué aquí por necesidad, y agradezco a todas, todos y todes que me permitieran, desde hace ya un poquito más de cuatro años, hacer de este lugar mi hogar.
El proceso en contra de mis agresores aún no termina debido a la camaradería que existe para con ellos, en donde el autor intelectual, Juan Antonio Vera Carrizal, insiste todo el tiempo en reclasificar el delito de tentativa de feminicidio a lesiones, su argumento: “es que ya toca el saxofón, es que ella sigue estudiando, es que ella da conciertos, es que ella va un restaurante, ¿no que está muy mal?”. Cinco feminicidas: dos autores materiales, tres intelectuales, uno de ellos sigue prófugo, Juan Antonio Vera Hernández, tres materiales estaban en prisión preventiva y a uno ya me lo mataron.
Mi proceso de búsqueda de justicia, así como el de las compañeras presentes, ha sido muy doloroso, costoso, largo, cansado y lleno de revictimización. En mi caso, he pasado por dos gobernadores, tres fiscales, dos presidentes del Tribunal Superior de Justicia, tres Ministerios Públicos, tres abogadas, cinco jueces, claro, que no puedo señalar a todos de corrupción, si no, no estuviera aquí, inclusive, agradezco a mi asesora, Diana Cristal González Obregón que, si no fuera por ella, yo tampoco estuviera aprendiendo de derecho; un sin número de violaciones a mis derechos humanos y a mi dignidad, tanto a la mía como la de mi familia.
Pero, afortunadamente, he conocido a mujeres extraordinarias que, a través de la empatía, a través del amor en cada una de sus acciones, me han animado cuando la impunidad de manera irónica y prepotente me golpea una y otra vez.
Y así fue cuando conocí a Marcela Fuente y me dijo que estaba preparando una iniciativa de ley, a la cual habían sucedido algunos hechos recientes, cuando el año pasado, en enero, un juez Teódulo Pacheco Pacheco, había dado un arraigo domiciliario, sinónimo de libertad a Juan Antonio Vera Carrizal.
Recuerdo muy bien esa tarde que platicamos, Marce, porque la construcción de esta iniciativa empezó con un proceso de catarsis: “ahí no, quítale acá, mejor si ponemos esto”, porque lo queríamos y planeábamos para las futuras víctimas es llenar todas las lagunas legales y jurídicas que las pueden perjudicar.
Desafortunadamente esta ley no es retroactiva, no nos va a favorecer a las mujeres que ya tenemos procesos abiertos, sin embargo, continuamos creyendo en la sociedad, en la buena voluntad de todas las personas para que nuestros procesos puedan ser visibles, para que no nos dejen solas, porque lo repito, como lo dije en un principio: sin ustedes, nosotras no existimos.
Se reformó la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, un delito autónomo, quién iba a decir que de encontrarnos en el apartado y en el río de violencia física que un ataque con ácido se equiparaba con un moretón, ahora se nombra “violencia ácida” conjuntando en esta, todo tipo de líquidos corrosivos que dañan y queman los cuerpos de las mujeres.
Se reformó el Código Penal, porque no son lesiones, nos intentan borrar, nos intentan matar cuando nos agreden de esta manera. Ahora el Código Penal de la Ciudad de México señala estos delitos como feminicidio en grado de tentativa.
Quién iba a decir que un día iba a estar en este lugar, cuando pensé que casi me moría y que lo mismo pensaron las compañeras que están presentes el día de hoy y que son sobrevivientes.
Quiero agradecer a mi madre, quien en el ánimo y en el amor por auxiliarme también sufrió quemaduras de tercer grado por ácido y aun así me impulsó, me fortaleció, me cuidó amorosamente. A ella le debo la vida dos veces y es por ella en que el día de hoy estoy frente a ustedes celebrando esta reforma.
A las compañeras sobrevivientes que acompañaron este proceso, que levantaban su voz valientemente y que al igual que yo siguen buscando justicia. Está reforma va por ti Elisa, la compañera Elisa Xolalpa, que habita Xochimilco; por Leslie Moreno, en Pachuca Hidalgo; por Carmen (inaudible), en Xalapa, Veracruz; por mi querida Sandra, una mujer trans a quien debo reconocerle esta lucha y esta valentía.
Esta reforma va por ti Zoé, en Guadalajara, cuando te negaron un acceso, un acceso a la salud que se supone que todos gozábamos, ella también es una compañera trans; agradecerte a ti Yasmín Hernández, compañera de Iztapalapa por venir y una compañera nueva que desafortunadamente también fue agredida, esta reforma va por ustedes.
Por Fernanda, en Huamantla, quien recientemente la quemaron con gasolina y perdió varias partes de su cuerpo; por las compañeras anónimas de Oaxaca, porque yo no soy la primera oaxaqueña quemada; y por todas las mujeres de este país, también por las que ya no están y porque no deben de ser olvidadas.
Quiero agradecer la participación en los foros de la Fundación Carmen Sánchez, Casa de Muñecas Tiresias, Luisa Castro, la maestra quien representa la ONU México, a mi abogada Diana Cristal González Obregón y a mi dermatóloga Isela Méndez. Instituciones como la Fiscalía de la Ciudad de México, Secretaría de la Mujer, Consejo Ciudadano, la Comisión de Víctimas de la Ciudad.
Y a ti, amiga Marce, porque ahora somos amigas, a tu equipa que hoy está presente; y, por supuesto, también al Congreso de la Ciudad de México, porque como lo dijeron hace unos momentos, la votación fue unánime y esto es un precedente muy importante, porque a pesar de que existen diferencias y posturas ideológicas y políticas llegamos a un suceso histórico: un proceso de conciencia en donde nos supimos y nos reconocimos como seres humanos que tenemos y que nos deben históricamente este acceso a la justicia.
Y, por supuesto, también al Gobierno de la Ciudad de México, por todo el apoyo, las facilidades y sobre todo la escucha, porque ya estamos hartas de que nos oigan, esto es el comienzo de una gran escucha que revela un trabajo en equipo.
Hago también un llamado a todos los congresos de mi país en que aprueben esta reforma, una reforma necesaria; que se hagan a un lado esas posturas y vanidades políticas porque las que importamos somos las mujeres.
El destino de la humanidad depende del ejercicio de nuestros valores, no necesitamos permiso para ser libres compañeras, las cadenas las estamos rompiendo. Ni pena, ni vergüenza, vergüenza a ellos, los feminicidas.
Lo logramos y lo hicimos todas, desde cada uno de nuestros espacios, de los territorios que habitamos. Compañeras, lo logramos. No más ácido, ya es ley.