Mensaje de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, durante la develación de las estatuas de Carmen Serdán, Juana Belén Gutiérrez, Doctora Matilde Montoya y Sara Pérez, en Paseo de la Reforma

Publicado el 22 Enero 2022

JEFA DE GOBIERNO, CLAUDIA SHEINABUM PARDO (CSP): Muchas gracias. Muy buenas tardes a todas y todos.

Realmente, cuando uno piensa, como Jefa de Gobierno, uno de los legados que puede dejar, habiendo tenido este gran privilegio de gobernar a la Ciudad de México, pues este es un legado que dejamos al pueblo de México, no solo a la ciudad, sino al pueblo de México.

Paseo de la Reforma es una avenida que, en realidad, fue diseñada por el Segundo Imperio, por Maximiliano, pero que después Lerdo de Tejada –entiendo– a la muerte de Juárez, le pone el nombre de “Paseo de la Reforma” en honor a los liberales del Siglo XIX.

Así que, Paseo de la Reforma, “Reforma”, en honor a los liberales del Siglo XIX, tiene un especial símbolo no solamente en la historia de la Ciudad de México, sino en la historia de México.

Y aquí, en este Paseo había distintas esculturas, estatuas a hombres, a distintos personajes que construyeron la historia de México; quizá las únicas mujeres son la Diana Cazadora y el Ángel de la Independencia que, en realidad son símbolos de mujeres que representan Libertad e Independencia.

Y ahora –la verdad, hay que decirlo–, en concilio con la Presidenta Honoraria del Consejo de Coordinación de la Memoria Histórica y Cultural, con Beatriz Gutiérrez Müller, y con José Alfonso Suárez Del Real que, por aquí anda y a quien pido un aplauso, pensamos que era fundamental que en este Paseo, en esta avenida que tiene este símbolo histórico de los liberales del Siglo XIX y de todos aquellos que lucharon en contra de la Invasión Francesa, que llevara un Paseo que también fuera para las mujeres, las heroínas que han forjado a la Patria de nuestro país.

Así que, es un legado en la construcción de la historia de México y un legado en la construcción de la historia de la Ciudad de México.

Como bien han mencionado todas las que me han antecedido en la palabra y a quien quiero además saludar, por supuesto, a la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, que es una gran historiadora al frente este Consejo de la Memoria Histórica; a Alejandra Frausto, nuestra secretaria de Cultura, a quien queremos mucho y además, construimos muchas cosas juntas, aquí a la ciudad, entre otras, el Proyecto de Chapultepec: Cultura y Naturaleza.

A nuestra secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana que, también queremos muchísimo; y ahora digo, además, lo que significa Rosa Icela; por supuesto, a Ernestina Godoy, fiscal General de Justicia; a Marcela Fuentes, secretaria de la Mesa Directiva; y, también, a la magistrada Martha Lucía Elizondo Téllez; además de mis compañeras Oliva e Ingrid.

Y digo que Rosa Icela es un símbolo, porque… no solamente por su historia, una periodista ejemplar, sino ¿quién hubiera pensado que, en nuestro país, la secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, fuera una mujer, luchona, que representa… que nos representa a todas?

Y desde aquí, también, quiero hacer ese reconocimiento al Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, porque, a veces no lo mencionamos, pero él fue el primero que hizo un Gabinete, no paritario, mayoría mujeres, cuando fue Jefe de Gobierno de la Ciudad de México; y hoy tiene un Gabinete paritario, el primer Gabinete paritario con mujeres al frente, no solo de la Secretaría de la Mujer, como normalmente ocurre, sino también, al frente de los principales espacios del Gobierno de México.

Muy rápidamente, quiero, además de Matilde Montoya –quien, ya, nuestra compañera Oliva López habló de ella– mencionar a Sara Pérez Romero, cuya presencia la ubica como una verdadera apóstol de la Democracia, junto a su marido Francisco I. Madero, organizando clubes antirreeleccionistas en el territorio nacional y haber mostrado la entereza y decisión de auto recluirse en San Luis Potosí, cuando el líder fue arrestado, o haber acudido en soledad, tal y como el tirano Huerta se lo exigió –imagínense ustedes– a recoger el cadáver de Don Francisco a la Penitenciaria de Lecumberri, sepultarlo en soledad y rechazar los ofrecimientos que varios países le hicieron.

Doña Sara murió a los 82 años en una muy modesta casa de la Colonia Roma de esta Ciudad, el 31 de julio de 1952.

También, sobre la duranguense Juana Belén Gutiérrez Chávez, hay mucho que reconocer de una mujer forjada por la vida, autodidacta, ávida lectora, esposa de un minero, al que enseña a leer, colaboradora de icónicas publicaciones como “El Hijo del Ahuizote”, encarcelada infinidad de veces por sus luchas a favor de los mineros, de los pobres y estudiantes.

Fundadora del Club Liberal “Benito Juárez”, desterrada tras su detención, con las hijas de los Flores Magón, a Laredo, Texas; fundadora de “Las Hijas de la Anáhuac”, exigente demandante del voto femenino, coronela zapatista de fusil y cananas, sindicalista temprana, fundadora del grupo “La República Femenina”, servidora pública de excepción al frente del Hospital General de Zacatecas e inspectora de Educación Pública en este estado y en Querétaro.

Ella, falleció el 13 de julio de 1942, triste, ante el retroceso del cardenismo y, sobre todo, de la educación socialista, que impulsó el General Lázaro Cárdenas.

El simple nombre de la poblana Carmen Serdán Alatriste nos remite directamente al inicio de la lucha armada aquel 18 de noviembre de 1910; actriz fundamental del artero ataque que las fuerzas militares de Díaz desplegaron en contra de la casa familiar, al ser delatados como maderistas armados.

Prisionera del régimen de Díaz, en la cárcel de la Merced, su vocación de servicio le llevó a aprender enfermería, profesión que ejercería hasta su muerte y que no le impidió colaborar con periódicos revolucionarios o fundar la Junta Revolucionaria de Puebla.

Murió el 28 de agosto de 1948 en su ciudad natal, en donde desarrolló siempre una discreta actividad a favor de la Patria.

El ejemplo de estas cuatro mujeres revolucionarias, en el más amplio sentido de la palabra, animó la conciencia emancipadora y comunitaria que muchas de nosotras y de nosotros hemos recreado en esta Cuarta Transformación de la Vida Pública de México.

El reconocimiento de las mujeres en la historia de México no es solo, no es solo por ser mujeres y haber abierto el camino, es por haber llegado a una posición que reconoce la Historia de México; no es solo haber abierto la puerta a otras mujeres, sino haber representado, desde la difícil posición que tenían, una historia de Independencia, de Libertad y de Justicia para nuestro pueblo.

Así que, desde aquí, a todas las mujeres anónimas y a todas las mujeres que hoy les damos nombre, que han forjado nuestra Patria.

Muchas gracias a todas y a todos.

SECRETARIA DE SALUD, OLIVA LÓPEZ ARELLANO (OLA): Buenos días a todos y a todas. Doctora Claudia Sheinbaum Pardo, Jefa de Gobierno de la Ciudad de México; estimadas integrantes del presídium; amigos y amigas todas.

Hoy estamos aquí para reconocer la trayectoria de mujeres excepcionales, la develación del busto de la doctora Matilde Montoya, quien fue la primera mujer en graduarse como médica en México; revolucionó el campo de la formación médica.

Nacida en esta ciudad el 14 de marzo de 1857, Matilde mostró desde pequeña un gran amor por el conocimiento; con tan solo cuatro años ya sabía leer y escribir y, a los 12, terminó satisfactoriamente la educación básica. Su condición de mujer, su juventud y sus deseos de superarse no fueron bien recibidos por la sociedad de la época y su camino siempre estuvo lleno de obstáculos.

Matilde deseaba ser médica y enfrentó duras críticas sobre su capacidad de ejercer la medicina, estas críticas no afectaron sus convicciones ni su vocación para ingresar a la Escuela Nacional de Medicina.

Su ingreso causó gran descontento entre la comunidad académica, que la consideraba una amenaza hacia las condiciones en las que se desarrollaba la formación médica en esa época, dominada por varones. Pero ella no se dio por vencida, llevó su vocación e ideales hasta las últimas consecuencias, se enfrentó al régimen de Porfirio Díaz para graduarse, pues los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina impedían que las mujeres realizaran el Examen Profesional para titularse.

Dirigió una carta histórica al General Díaz, en la que alzó la voz para defender su Derecho y, al mismo tiempo, el Derecho de todas, porque todo acto que se realiza en pro de la Igualdad, nunca es individual, es colectivo.

Esa carta se convertiría en un precedente fundamental.

Hoy, en las escuelas de medicina se forman personas sin distingo de género; una carta que convenció al Presidente de enviar a la Cámara de Diputados una solicitud de actualización para los estatutos de la Escuela de Medicina, lo que permitió que cualquier mujer pudiera convertirse en médica. Cuando Matilde se graduó, el propio Presidente Díaz organizó una ceremonia especial para reconocerla como médica.

Hoy, más que nunca, rendimos un merecido homenaje a quien comenzó una gran transformación en la formación médica, que nos inspira a luchar para que las mujeres ejerzamos nuestros Derechos en condiciones más justas, más dignas y con bienestar.

La lucha de Matilde Montoya se inscribe en la lucha de los Derechos de las Mujeres, que abre espacios para que podamos decidir sobre nuestras vidas.

Desde la Secretaría de Salud de la Ciudad de México estamos convencidos que la igualdad entre hombres y mujeres es una condición necesaria para el ejercicio de todos los Derechos, incluidos, por supuesto, el Derecho a la Salud.

Su lucha por ser aceptada en la Escuela de Medicina y titularse como doctora, cimbró las estructuras del poder médico y patriarcal de la época porfirista y es inspiradora para todas las mujeres que luchamos por la transformación de la vida pública, contra las exclusiones, la discriminación y las injusticias que oprimen a todas las personas.

A 84 años de su muerte, celebramos su vida, recordamos su visión y su determinación, que la convirtió en un referente para todas y todos los que, como ella, estamos decididos a transformar nuestra ciudad, nuestro país en un país justo, igualitario, con libertades y bienestar para todos y todas.

Muchísimas gracias.

SECRETARIA DE CULTURA DEL GOBIERNO DE MÉXICO, ALEJANDRA FRAUSTO GUERRERO (AFG): Muy buenos días. Muchísimas gracias por la invitación, querida Jefa de Gobierno; es un gusto acompañar a mujeres a las que admiro tanto y con quien hemos compartido tantas luchas y las que hacemos todos los días, por el bien de nuestro país.

Gracias a quienes estamos hoy aquí.

¿Qué tenemos en común con Carmen Serdán, quien armó un a movimiento para transformar?, justamente, una heroína de la Revolución Mexicana.

¿Qué tenemos en común con Juana Belén Gutiérrez?, quien fue encarcelada por escribir lo que pensaba en una época en la que eso no era posible.

¿Qué tenemos en común con Matilde Montoya, que cuidaba de madres en el salón, en la sala de partos ocultos, donde no se podía más que, en la obscuridad, dar a luz a niños que estaban… que estaban naciendo por hogares solo de mujeres?

¿Qué tenemos en común con Sara Pérez Romero, que acompañó, pero que hizo en su vida propia la transformación de la historia?, sobre la cual José Emilio Pacheco escribió en las Batallas del Desierto, de Sarita: “… y entre el parque de mi vida y mi casa, vivía doña Sarita, me parecía imposible ver de lejos a una persona de quien hablaban los libros de historia, protagonista de las cosas ocurridas 40 años atrás. La viejecita frágil, dignísima, siempre de luto por su marido asesinado”.

¿Qué tenemos en común con quienes están hoy aquí, en este espacio de responsabilidad pública, de acompañamiento al líder de nuestro país?

¿Qué tenemos en común con la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, que hace por nuestro país, desde la memoria, desde la historia, y desde el compromiso todos los días?

¿Qué tenemos en común con nuestra secretaria, nuestra primera secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana? Gracias.

¿Qué tenemos en común con la doctora que coordinó la vacunación de millones en esta ciudad, con todas las mujeres que nos representan en el Congreso Local, Nacional?, ¿en quienes compartimos, en un Gabinete, en el primero paritario de la historia, en el primero que surge de un movimiento democrático?

¿Qué tenemos en común con Elisa Ponzanelli, con las escultoras, artistas, en una disciplina que estaba, a veces, pensada que solo podían realizar los hombres, por los materiales y por el esfuerzo físico que esto conlleva?

¿Qué tenemos en común con Sor Juana Inés de la Cruz, que tuvo que encerrarse para liberar su pensamiento y su palabra?

Creo que tenemos en común el anhelo permanente del cuidado, de lo más íntimo. Las mujeres somos quienes cuidamos lo más íntimo de la célula de esta sociedad y, con ese mismo cuidado, y con ese mismo amor, cuidamos un país, cuidamos una ciudad y tenemos a la Jefa de Gobierno más ejemplar que hemos tenido y que cuida esta ciudad y a su sociedad como nadie.

Con esa misma dedicación con la que las mujeres, por nacimiento o por elección, cuidamos de los demás en la Inclusión, en la posibilidad de construir una sociedad distinta, entran también las artes, entra también la cultura.

Aquí nombro, por ejemplo, a Adriana Lizbeth García, de Tepalcatepec, violinista de Tierra Caliente, Michoacán; Camila Juárez, una joven poeta que nos habla de su tierra, desde Chiautempan, Tlaxcala; o, a Esmeralda Camarillo de San Simón Zahuatlán, que inspiró un poema, “Las mujeres sí soñamos”, porque su padre le decía que solo debiera conocer de las tortillas y del café; a Escarlet Martínez, de San Luis de la Paz, Guanajuato.

Estos nombres les parecerán anónimos, pero estas niñas serán las próximas artistas y creadoras que estén poblando una sociedad más justa y no excluyendo a los demás, no excluyendo a los otros, sino dando un ejemplo de cómo podemos construir una sociedad distinta, en paz, en armonía; transformar el dolor en creación, transformar la ruptura en una construcción creativa de un país del que nos sintamos orgullosas, orgullosos.

Muchas gracias por esta oportunidad y por dejar esta huella en escultura, en arte, en el lugar histórico que ha visto pasar los movimientos que han transformado nuestra Nación.

Hoy, vivimos una transformación muy profunda y vivimos en Libertad.

Lo que no tenemos en común, quizá, con las próceres que están en Paseo de la Reforma, es el ejercicio de la Libertad; en ese momento se anhelaba, se conquistó a base de luchas impresionantes, a causa de violencia recibida por la búsqueda de Libertad.

Ahora, vivimos en un país en donde la Libertad se ejerce y no sólo se anhela, y esto es gracias a quien nos está liderando, afortunadamente, en este momento; gracias al Presidente Andrés Manuel López Obrador, gracias a ustedes y felicidades por estas extraordinarias esculturas, a las escultoras que las han creado.

¡Que viva México! ¡Que viva la Ciudad!, y ¡que vivan las mujeres de nuestra Nación!

Gracias.

PRESIDENTA HONORARIA DEL CONSEJO DE LA COORDINACIÓN DE MEMORIA HISTÓRICA Y CULTURAL DE MÉXICO, BEATRIZ GUTIÉRREZ MÜLLER (BGM): Muy buenos días; a los que nos miran por los medios, sobre todo a las autoridades federales, locales y a las Alcaldías, muchísimas gracias por escucharnos.

Este día, el Gobierno de la Ciudad inaugura cuatro esculturas más de las Forjadoras de la Patria, las Heroínas de la Patria, que es un verdadero reconocimiento a muchas mujeres que nos presidieron desde el México independiente, luchando por un país libre, democrático, de derechos, un país justo, fraterno, igualitario.

Se ponen 12 o 10 nombres, o 20, cuando mucho, a veces, en estas relatorías de mujeres históricas de México, porque no se conocen sus nombres; no se conocen porque, hasta hace no muy poco, era el jefe de la casa el que tomaba las riendas y era el elemento visible de la familia o de la comunidad para todo tipo de participaciones, desde cuestiones y problemas muy locales, hasta aquellas infaustas guerras que tuvimos en el siglo XIX y en la Revolución Mexicana, en el siglo XX.

Pero esto no quiere decir que esas mujeres anónimas no estuvieran detrás, detrás de sus esposos, compañeros, hermanos o hijos, acompañándoles.

Me gusta mucho hacer hincapié en las mujeres anónimas porque, quizá nunca conozcamos sus grandes hechos heroicos, pero el solo hecho de llevar a un marido a un cuartel y encargarse de la familia, cuidar a los hijos, a los nietos y los hermanos, a los enfermos, ya lo dice todo.

Pero tenemos que poner algunos nombres, porque no pueden quedar estatuas sin nombre; y, Carmen Serdán, que es la primera de la lista, es una mujer –para mí– invaluable, ella llegó circunstancialmente a esa aventura llamada: “Sufragio efectivo, no reelección”, y quedó viuda en 1913, también, de una manera dramática y, como se ha dicho aquí, llevó el luto hasta el último día de su vida.

Ella era callada, no necesariamente se hacía notar –creo que no le gustaba–, pero su ejemplo de silencio y de profunda convicción para con el movimiento democrático que encabezó su esposo, es lo que encomiamos hoy.

Juana Belén tuvo que publicar muchos artículos de forma anónima, porque tampoco era permitido ni muy bien visto que una dama escribirse sobre asuntos, solo que fueran de cultura o poemas, no era capaz de hacer reflexionar a través de artículos políticos. Trabajó en varios periódicos, como “Vésper”, como “El Hijo del Ahuizote”, y si se encontraran muchos más, sería –seguramente– con pseudónimo.

Qué valor, qué valor de mujeres como ellas de atreverse a incursionar en el periodismo político a sabiendas de que serían señaladas con una lista de epítetos, que no podría repetir aquí.

Matilde Montoya tiene como mérito el haber sido, en efecto, la primer médico mexicana y batallar contra la mentalidad machista que permeaban en el gobierno de Porfirio Díaz, fue tanto el sufrimiento de esa pobre mujer por poder titularse que tuvo que recurrir a la esposa del Presidente Porfirio Díaz, para suplicar que su examen se llevará a cabo, porque todas las veces previas que intentó hacerlo, y esto está narrado en una revista muy interesante, que se llama “La Mujer Mexicana”, que es editada en el gobierno de Porfirio Díaz, ahí está todo, Doña Carmen le permite, le suplica a su esposo que, por favor, esto sea posible.

Es otra cara de la lucha de muchas mujeres.

Y, por último, Sara Pérez Romero Rubio, desde la última –¿ya la mencioné, no?–.

Carmen Serdán es la última, disculpen. Carmen Serdán, quizá la más conocida de todas ellas, es esa frágil mujer que se encuentra en la casa de sus hermanos, el 18 de noviembre de 1910, para enfrentar a la policía estatal y a las fuerzas federales del Ejército, con un valor que, quizá, solamente en situaciones de altísimo riesgo, nosotras estaríamos capaces de hacerlo; ella cortó cartucho y disparos sola frente a una soledad –incomprensible para mí– para defender a sus hermanos.

Esto no detuvo la incursión del Ejército a la casa de los hermanos Serdán, y fue ella la primera defensora de su familia y de la Revolución Mexicana. Así seguiremos, espero poder acompañarles en el futuro compartiendo estos trozos de historia de estas grandes mujeres, que hay mucho que decir sobre ellas; lo más valioso es que, creo que algunas veces de manera involuntaria, ellas… las recordamos ahora por lo que no dijeron.

Así que todas las mujeres de la historia que no sabemos sus nombres, que no sabemos sus méritos fehacientemente, son dignas de ser aplaudida por siempre. Y ese es mi compromiso siempre, lo he platicado mucho con nuestra Jefa de Gobierno, encomiar a la mujer anónima, la que hace cosas todos los días, de manera heroica y muy comprometida con todo lo que le rodea: su familia, su casa, su comunidad, su estado, su ciudad, su país.

Muchísimas gracias.