Mensaje jefe de Gobierno,Martí Batres Guadarrama, durante Ceremonia de Nombramiento como visitantes distinguidos y entrega de llaves de la ciudad a la sra. María Isabel Allende Bussi y el sr. José Miguel Insulza Salinas, senadores de la República de Chile

Publicado el 30 Agosto 2023

JEFE DE GOBIERNO, MARTÍ BATRES GUADARRAMA (MBG): Muy buenos días, a todas y todos. Estamos muy emocionados, quiero saludar primeramente a la senadora, María Isabel Allende Bussi. Quiero saludar al senador José Miguel Insulza Salinas, también a la Excelentísima señora Beatriz Sánchez Muñoz, Embajadora de la República de Chile en México.

Quiero saludar al doctor Rafael Guerra Álvarez, presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, y al diputado Fausto Manuel Zamorano Esparza, presidente de la Mesa Directiva del Congreso de la Ciudad de México, todos ellos que nos acompañan en este presídium.

Permítanme también extender mis saludos a la secretaria de Cultura del Gobierno de la República que encabeza el Presidente Andrés Manuel López Obrador, Alejandra Frausto, que está presente aquí con nosotros; a la fiscal Ernestina Godoy; al secretario de Gobierno, Ricardo Ruíz; y a todas y todos ustedes.

Agradezco la presencia de cada uno en una ceremonia tan especial en la que tendremos el gusto de nombrar como visitantes distinguidos de la Ciudad de México, a la señora María Isabel Allende Bussi, actualmente senadora de la República de Chile por el Partido Socialista, reconocida por una amplia trayectoria legislativa y política, además, de ser hija del Presidente Salvador Allende, y de la señora Hortensia, y al señor José Miguel Insulza Salinas, senador por el Partido Socialista de Chile y eminente investigador en diversas instituciones académicas de nuestro país, también.

Esta entrevista se realiza en el marco de la Conmemoración del 50 Aniversario del golpe de Estado en Chile, a la cual se ha sumado, con toda convicción, el Gobierno de la Ciudad de México. Por convicción, como digo, y también por la atenta invitación, tanto de la Embajadora Beatriz Sánchez, como de la, hasta hace poco, Embajadora de nuestro país en Chile y hoy canciller Alicia Bárcena.

Cabe destacar que la relación política entre nuestros países se encuentra en un momento excepcional. Los presidentes Gabriel y Andrés Manuel López Obrador, junto a otros líderes de la región, están uniendo esfuerzos para dar un nuevo impulso al bienestar y a la soberanía de los pueblos de América Latina.

En el marco de la visita oficial del Presidente Andrés Manuel López Obrador a Santiago de Chile, en próximos días, para acompañar al gobierno y al pueblo chilenos en la conmemoración del 50 Aniversario del golpe de Estado, el 11 de septiembre, desde el Gobierno de la Ciudad de México nos sumamos respetuosamente, por medio de un amplio ciclo de actividades culturales, académicas y políticas que se realizarán en los meses de septiembre y octubre.

A Salvador Allende lo queremos mucho, lo dije ahorita en la reunión previa, lo admiramos, lo respetamos, lo reconocemos, lo seguimos. Allende inspira sentimientos intensos de amor fraterno, universal, reafirma nuestras convicciones latinoamericanistas y convoca a reflexiones, ideológicas también.

El golpe de Estado del 11 de septiembre fue hace 50 años, pero no parece haber transcurrido tanto tiempo. La indignación, el coraje, el dolor, la tristeza, la condena siguen tan vivos como entonces; nunca debemos olvidar la barbarie ocasionada por el autoritarismo, barbarie históricamente ligada a un conservadurismo ajeno no solo a los reclamos de justicia social, sino, incluso, hasta el ejercicio elemental de las libertades y derechos civiles y políticos.

El 11 de septiembre de 1973, cuando muchos de nosotros éramos niños, vimos como la Fuerza Aérea Chilena bombardeaba el Palacio de la Moneda. Nuestras madres y padres nos decían: “Ahí dentro está el Presidente Allende”.

Senadora Allende Bussi, usted ha compartido una experiencia personal desde aquel día terrible. “Llegué a La Moneda pocos minutos antes de las 09:00 de la mañana. Mi padre, desde un comienzo, nos dice que no renunciará y que les dará una lección moral a quienes lo están traicionando. Además, después de muchas conversaciones nos pidió que nos retiráramos antes de que comenzara el bombardeo; él nos decía que teníamos que contar lo que estaba sucediendo, nunca pensé que esa era la última vez que lo vería”.

Hoy quiero decirle que quienes éramos niñas y niños en aquel momento aprendimos de corazón esa lección moral del Presidente Allende, pero no quisiera dejar de recordar también lo que nuestros padres decían antes del 11 de septiembre de 1973, sobre Salvador Allende y el proceso chileno.

En Allende convergían grandes utopías, él representaba la aspiración tantas veces anhelada de transitar pacíficamente a una sociedad sin opresiones, la idea de que sin violencia podría compartirse la riqueza concentrada en unos cuantos, la acariciada vía pacífica, electoral, constitucional de la que empezaban a hablar partidos de izquierda ya a finales del siglo XIX.

La victoria de la unidad popular despertó esperanzas en todos los continentes, tanto en América Latina, como en Europa. Aquí, la izquierda veía con gran atención lo que pasaba en Chile, pero también, cabe señalar, que la izquierda francesa, por poner un ejemplo, decía: “Ahí está la prueba de que la vía pacífica es posible”.

Allende representaba, asimismo, otra utopía: la concurrencia del ideal de la igualdad y del ideal de la libertad. La conquista de la igualdad no tenía por qué sacrificar la libertad y la lucha por la libertad, no tenía por qué olvidar la igualdad social. Chile venía a ser una bocanada de aire fresco en el escenario mundial de aquella época.

Pero Allende no era un dirigente de indefiniciones políticas ni de tibiezas; Allende era un revolucionario, pacifista, pero revolucionario. Era un líder transformador y antiimperialista con un enorme anclaje popular. Con gran rapidez tomó medidas para nacionalizar el cobre y otras industrias estratégicas para entregar alimentos a toda la infancia chilena, para aumentar el salario de los trabajadores. Todos los días había un cambio social en Chile.

Hoy, cuando México vive una profunda transformación pacífica, en el marco de la democracia, encabezada por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, recordamos al presidente chileno que intentó la vía pacífica y que abrió el camino, al idealista que aún en las peores adversidades mantuvo firme su lealtad a la legalidad y a la democracia.

En efecto, aún retumban las palabras de Allende: “La semilla que entregamos a la conciencia digna de miles de chilenos no podrá ser segada definitivamente; tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”.

Hoy en nuestra América soplan vientos de esperanza, como aquellos de los tiempos del Presidente Allende, se habla de un ciclo progresista latinoamericano. Evocar las palabras de Salvador Allende es recordar que la lucha debe ser constante, sin tregua, sin pausa, sin concesiones.

Salvador Allende fue un hombre victoriado a su llegada a la Ciudad de México y su nombre aún se ve y se escucha en distintos rincones de nuestra capital. Aquí, por ejemplo, estuvo Salvador Allende en el Salón de Cabildos de este Palacio del Ayuntamiento; y aquí, en el otro Patio del Palacio del Ayuntamiento, hay una exposición permanente del Presidente Salvador Allende.

En su honor, fueron nombrados planteles de educación media superior, así como de educación básica, instituciones, centros culturales, organizaciones.

La capital mexicana, caracterizada por su hospitalidad y solidaridad, no solo recibió al Presidente Allende en el ejercicio de su cargo, sino que también acogió con los brazos abiertos a la comunidad de exiliados políticos y a los hijos de personas desaparecidas que padecieron en Chile las atrocidades de la dictadura de Augusto Pinochet.

Desde su exilio, cientos de ciudadanos chilenos echaron raíces, se integraron a la sociedad mexicana y realizaron enormes contribuciones al desarrollo de las ciencias, artes, humanidades; influyeron en la izquierda mexicana. Hoy, algunos de ellos –por ejemplo, aquí está Myriam Urzúa– forman parte orgullosa de nuestro Gobierno de la Ciudad de México.

Esta comunidad cuenta con un enorme arraigo y prestigio en nuestra capital, capital donde valoramos especialmente la diversidad, la riqueza cultural y las aportaciones del mundo y de nuestro país.

Amigas y amigos, hoy tenemos en este Antiguo Palacio del Ayuntamiento, el honor de estar entre dos casos excepcionales, sin duda, el de usted, senadora Isabel Allende, quien llegó desde aquel 16 de septiembre de 1973 al Distrito Federal, lugar donde vivió en el exilio, si no me equivoco, hasta 1988.

En 15 años se desarrolló activamente en el ámbito académico del país, donde realizó estudios en la UNAM y también en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), para después colaborar como investigadora en el Instituto Latinoamericano de Estudios Trasnacionales. Al mismo tiempo, se dedicó al activismo desde el exilio para concientizar en diversos foros internacionales sobre la importancia de defender la democracia, la verdad y la justicia.

Una vez que retornó a Chile se encargó, junto a su familia, de la creación de la Fundación Salvador Allende y de la recuperación de obras que conformaron el Museo de Solidaridad Salvador Allende, y los museos de la resistencia; la construcción del Salón Blanco en La Moneda; y del monumento que se erigió en honor del Presidente Allende, en la Plaza Constitución para preservar y promover el legado político de sus padre. Ello, aunado a la prolífica carrera política que por sí misma ha forjado como integrante del Partido Socialista desde la década de los noventa.

En 2003 fue la segunda mujer en ejercer el cargo de presidenta de la Cámara de Diputados, y en 2014 se convirtió en la primera mujer en asumir la presidencia del Senado en aquel país.

Usted, señor Insulza, senador también del Partido Socialista desde 2018, su carrera política ha permitido fortalecer y consolidar las instituciones chilenas y el estado de derecho en su país; y su actividad en el mundo, fortalecer la diplomacia y la solidaridad entre los pueblos.

Incansable lector, prolífico investigador, su legado en nuestro país está vigente en generaciones de estudiantes y académicos que pasaron por la Universidad Nacional Autónoma de México, por el Centro de Investigación y Docencia Económica y por la Universidad Iberoamericana.

El día de hoy, señora Allende, en reconocimiento a su trayectoria, a su lucha, a su lucha por la igualdad entre mujeres y hombres, pero a su lucha social, transformadora de visión amplia e integral, así como en honor a la memoria de su padre, es un placer y un honor para mí nombrarla como Visitante Distinguida y hacerle la entrega de la Llave de la Ciudad de México.

El día de hoy, señor Insulza, en reconocimiento a su trayectoria política, a su contribución en la democracia en la región Latinoamericana, así como en honor a la gran comunidad chilena en nuestro país, es un honor para mí, nombrarlo Visitante Distinguido y hacerle entrega de la Llave de la Ciudad de México.

Senadora Allende, senador Insulza, nuestra casa siempre será su casa, la de su familia y la del pueblo chileno.

Muchas gracias por su distinguida visita, gracias a todas y todos.

EMBAJADORA DE LA REPÚBLICA DE CHILE EN MÉXICO, BEATRIZ SÁNCHEZ (BS): Hola a todas, a todos. ¿Cómo están? Qué bueno, muchas gracias. Primero, quiero saludar a mis compañeros del podio, especialmente al Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, muchas gracias por esta invitación, por estar acá, por abrir las puertas.

Este es un momento de dar las gracias, de dar las gracias por cómo México nos ha acompañado en esta Conmemoración de los 50 años, y para eso quiero recordar ciertas cosas que estábamos conversando, de hecho, hace un ratito arriba.

Quiero recordar palabras del Presidente Salvador Allende y que hoy día, en Chile mismo, cuesta escuchar, porque esto que pasó hace 50 años para Chile todavía está muy presente y es un debate abierto; de hecho, estamos en un proceso constituyente para terminar con la Constitución que heredamos de la dictadura.

Cuando Salvador Allende asume la presidencia, dio un primer discurso bien improvisado, lo hizo en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Santiago, con unos parlantes improvisados, pero dijo cosas muy bellas.

Parte de la frase en que se refirió a este triunfo decía: “Les pido que se vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada. Esta noche, cuando acaricien a sus hijos, cuando busquen el descanso, piensen en el mañana duro que tenemos por delante, cuando tengamos que poner más pasión y más cariño para hacer cada vez más grande a Chile y cada vez más justa la vida en nuestra patria”. Hablaba de cariño, hablaba de pasión, hablaba de compromiso.

El Gobierno de la Unidad Popular, y quiero hablar un poquito de la Unidad Popular para que no se escape de esta conmemoración de los 50 años, duró exactamente mil 44 días; y mientras duró, inició el más ambicioso proceso de cambios sociales, económicos y políticos en la historia de Chile. Terminó de manera brutal un 11 de septiembre de 1973, hace casi 50 años, y lo que buscaba era ser realmente un gobierno popular, con una economía popular, donde el pueblo fuera el que diseñara su propio camino, esa era la revolución.

Esto que puede parecer historia, estos datos que estoy dando no son pasado, no lo son, son presente, más presente que nunca en Chile. No solo hoy atravesamos un proceso constituyente, como decía, que busca terminar con la Constitución heredada; seguimos también en Chile, y en América Latina, una discusión abierta respecto a la concentración de la riqueza, a la concentración del poder, a las desigualdades y a la segregación.

Y quiero recordar palabras del propio Salvador Allende, pronunciadas en 1972. Él decía, y abro comillas: “El crecimiento no basta si no está inspirado en atender primero las necesidades de las grandes mayorías y no en la inagotable voluntad de consumo de los más acomodados” y agregaba “un 2 por ciento de las familias controla el 46 por ciento del ingreso nacional, mientras tanto el 60 por ciento de las familias tiene un salario inferior a dos sueldos vitales y percibe el 17 por ciento de los ingresos del país. Unos pocos son muy ricos, la abismante mayoría es pobre, para acabar con esto llegamos al gobierno”.

A mí todavía se me paran los pelos cuando digo esto porque, ¿les parece familiar en América Latina después de 50 años?

Hoy en estas palabras recuerdo fechas y citas textuales de discursos del Presidente Salvador Allende, en un ejercicio de memoria. La memoria se trabaja, la memoria se practica, se enseña y se recurre a ella; no hay futuro sin memoria y hay riesgo de repetición si no recordamos.

Por eso estamos felices por contar con el respaldo inmediato del Gobierno de México que hoy nos recibe con una hermosa exposición, y que acogerá una muestra fotográfica de la vida de Víctor Jara. Y tengo que destacar acá que, cuando conversamos –y ahí está Diana, por ahí está Claudia– con el gobernador y les dijimos “tenemos una idea, ¿nos podrían apoyar?”, no se demoraron un segundo en decirnos “lo que quieran, puertas abiertas”.

Y vamos a hacer muchas cosas: vamos a abrir una exposición hermosa de la vida de Víctor Jara en el Museo de Fotografía; va a venir con un concierto de piano con música de Víctor Jara; va a haber una exposición donde se han buscado archivos que no conocemos de las fotografías de las visitas de Salvador Allende que, se van a donar, además, a la fundación; va a haber exposición al aire libre en el paseo de las Culturas Amigas. Vamos a hacer de esta Ciudad de México una ciudad hermanada esta conmemoración de los 50 años.

Y quiero destacar que, tal como lo hizo la secretaria de Cultura, donde hay 50 actividades por los 50 años, nos sentimos muy felices de que haya otro país que también siente como propio lo que nos pasa en Chile, en esta conmemoración de los 50 años.

Inicié estas palabras con el discurso del día del triunfo de Salvador Allende, ese 4 de septiembre de 1970 y para terminar lo voy a recordar cuando le dijo a Chile: “Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen, ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos. Tengo fe en Chile y su destino, sigan ustedes sabiendo que más temprano que tarde de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! –dijo– ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!”. Esas fueron sus últimas palabras un martes 11 de septiembre de 1973.

Muchas gracias.

SENADOR DE LA REPÚBLICA DE CHILE, JOSÉ MIGUEL INSULZA SALINAS (JMIS): Muchas gracias, maestro Batres. Muchas gracias a todos por su presencia y por el honor que nos brindan.

En realidad, uno se siente un poco raro de recibir las Llaves de la Ciudad en que vivió tantos años. Creo que Isabel vivió más tiempo que yo acá, yo llegué acá en 1981, tuve dos hijos en esta ciudad, y me fui el año 1988 y, la verdad, es que esta ciudad tiene para mí recuerdos imperecederos.

Pero no hemos venido tanto a festejar eso, sino que hemos venido acá, los dos senadores chilenos que vivimos en México, aceptando la invitación de la Embajada, de la UNAM y de otras instituciones, a dar las gracias, por una parte, porque como lo hemos dicho ya numerosas veces en estos días y lo volvemos a decir aquí, Chile recibió después del 11 de septiembre de 1973, mucha solidaridad en el mundo.

La causa de los derechos humanos se hizo universal a partir de los acontecimientos en Chile; y en ese mundo, este país, México, fue el mayor, el principal, ninguna otra parte del mundo se solidarizó con Chile como se ha solidarizado México y esto queremos reconocerlo. Y 50 años después, cuando tantas cosas han pasado, cuando tanta agua ha pasado bajo los puentes, todavía queremos reiterar eso y queremos recordar lo que fue la gesta que dio origen a esa solidaridad.

Nos preguntaba hace un rato el maestro Batres, cómo estaban las cosas en Chile, qué estaba ocurriendo y si la memoria de Allende seguía siendo. Yo creo que sí lo es, tan así lo es, que no se ha escuchado, en estos meses bastante convulsos en la historia del país, los días previos al 11 de septiembre, ni una sola palabra que critique a Salvador Allende, ni una sola.

Y, sin embargo, hay una extraña campaña interesante inaugurada por intelectuales de la derecha Chilena, que tratan de decir que en realidad Allende fue un gran hombre, una gran persona, pero que su gobierno no fue tan bueno, su gobierno, no; y eso alguna gente lo empieza a repetir y por eso nosotros queremos decir algo a ese respecto.

Queremos recordar que el 11 de septiembre no fue el primer 11 en que se vivieron cosas importantes en Chile. El 11 de julio de 1971 se nacionalizó el cobre chileno, con la votación, se firmó la ley que había sido aprobada unánimemente por todo el Congreso chileno. En ambas ramas del Congreso y en el Congreso pleno, se aprobó la nacionalización del cobre, que en otros países puede parecer un hecho más.

Pero quiero recordar también que el año pasado, después de muchos años y después de haber diversificado mucho nuestras exportaciones, Chile exporta bebidas, vino, exporta frutas, exporta salmones, exporta otros minerales, etcétera, el cobre sigue siendo la mitad de las exportaciones de Chile; en esos años era al menos el 75 y el 80 por ciento y pertenecía a compañías extranjeras.

La lucha del Presidente Allende por nacionalizar el cobre, fue probablemente la causa principal por la cual desde tantos lugares se intentó criticar su gobierno y denostarlo. Nosotros dijimos claramente, y cómo se ha dicho aquí, este era un gobierno democrático, fue elegido por la votación del pueblo de Chile; mejor aún, fue elegido, el Presidente Allende, no con la mayoría del Senado (inaudible) la votación, con la primera mayoría, y luego ratificado por el Senado, por el Congreso; pero mil días después, el gobierno tenía el apoyo de un número mucho mayor de la población de Chile que el que había tenido cuando fue elegido.

La elección de marzo de 1973 fue también fundamental, la derecha esperaba, los opositores al gobierno, el Gobierno de los Estados Unidos esperaba que ese fuera el momento en que el gobierno fuera derrotado y el gobierno no fue derrotado y desde ahí se fraguó el golpe de Estado.

Porque la lucha de esos años, uno quisiera recordar esos momentos como si fueran momentos hermosos, puras cosas maravillosas, no, fueron años muy duros, pasamos años muy duros, pasamos años muy duros por el desabastecimiento, por el bloqueo económico, por la constante hostilidad en contra de todo lo que hacíamos; y, sin embargo, íbamos saliendo adelante y eso no lo pudo aceptar los enemigos, los numerosos enemigos que teníamos fuera y dentro del país.

Nosotros decimos que el gobierno de Salvador Allende fue un gran gobierno que no solamente hizo la nacionalización del cobre, sino que profundizó sustantivamente la Reforma Agraria, dividiendo los latifundios que existían en Chile, hasta el punto de que hoy día los ricos agrarios que hay en Chile disfrutan de eso, porque tienen extensiones de terreno más pequeñas y las ponen a producir, pero poner a producir mejor.

El gobierno de Allende hizo la Reforma Agraria, el gobierno de Allende hizo la nacionalización del cobre y aspiraba a construir en Chile la primera sociedad socialista construida por vía democrática en el mundo, Ese fue y sigue siendo su pecado, no nos equivoquemos en eso. Es una maravillosa experiencia que vivimos en otra etapa de nuestra historia que probablemente no se repetiría igual, pero que marcó un camino y que dejó todavía un mensaje de esperanza, que yo sé que muchas personas del mundo aún siguen.

Agradecemos mucho esta distinción y créannos que México es, será y seguirá siendo reconocido como el país del mundo que más apoyó ese proceso y como el país del mundo que hasta el final abrió sus puertas a la solidaridad con Chile como ningún otro lo había hecho.

Muchas gracias por esta distinción y ¡Viva México! ¡Viva Chile!

SENADORA DE LA REPÚBLICA DE CHILE, MARÍA ISABEL ALLENDE BUSSI (MIAB): Sí, es un suspiro de emoción. La verdad es que… bueno, no voy a saltar los vocativos porque México nos enseñó que las formas también son muy importantes y eso lo aprendimos de esa costumbre mexicana que también es muy hermosa.

Así que voy a, especialmente, saludar al Jefe de Gobierno, al maestro Martí Batres; al presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, don Rafael Guerra Álvarez; al presidente de la Mesa Directiva de la Ciudad de México, el diputado Fausto Manuel Zamorano; nuestra Embajadora, por supuesto, Beatriz Sánchez; distinguidas autoridades; amigas y amigos; ministra de Cultura, que nos recibió el otro día ahí en Los Pinos, que para mí fue tan emocionante.

La verdad, es que la había conocido en otra época, en otras circunstancias, como residencia presidencial, y me encontré con esas puertas abiertas, con esas expresiones culturales, con ese museo maravilloso, así que felicitaciones también a México por aquello.

Por supuesto que quiero agradecer profundamente, créanme que, con mucha emoción, este honor que se me entrega hoy día al ser nominada Huésped Distinguida y recibir las Llaves de la Ciudad de México. Bueno, José Miguel decía: “es curioso recibir las Llaves después de haber vivido años”, pues lo mío fueron 17 años.

Y lo hacemos justo en el año en el que se me conmemoran los 50 años del Golpe Civil Militar que terminara y quebrara nuestra democracia y que significara el inicio de una larga noche, de la más grave violación a los derechos humanos que hayamos conocido, porque tuvimos lamentablemente que experimentar la desaparición forzosa, las torturas, las detenciones, la cesantía, los exonerados, los relegados, las personas que se les privó de su libertad, la militarización de las universidades, la persecución del pensamiento, de la cultura, de las artes.

Hace poco, creemos que es un paso más para la justicia que a veces tarda, pero finalmente llega; en el caso de Víctor Jara nos gustó que se haya reconfirmado la sentencia a los autores materiales de la muerte de ese artista maravilloso como fue Víctor Jara. Y aprovecho también de hacer un homenaje, porque el día de ayer murió quien había sido hasta hace poco, el presidente del Partido Comunista, el exdiputado Guillermo Teillier, nuestro reconocimiento.

Y recibimos esta distinción, justamente cuando en pocos días más vamos a cumplir el que llegamos aquí, la familia Allende, después del 11 de septiembre. Y este México nos abrió las puertas con un cariño entrañable y este México nos abrió la oportunidad a tantos chilenos asilados.

Y quiero decir que la conducta del Estado Mexicano, del Gobierno Mexicano, representado por supuesto, en su momento por el Presidente Echeverría y María Esther Zuno de Echeverría; pero la conducta tradicional de México de recibir a los asilados, de abrir las puertas, de darles oportunidades, de colaborar a que rehagan sus vidas, es algo que ustedes siempre deben sentirse orgullosos y espero que esa tradición siempre se conserve.

México siempre ha dado el ejemplo del respeto a la autodeterminación, el respeto a lo que significa abrir las puertas cuando se corren riesgos de vida y cuando las personas necesitan ese apoyo, esa solidaridad.

México recibió a esa increíble, también, cantidad de españoles que llegaron después de la Guerra Civil, México no solo recibió también a los chilenos, lo hizo con los latinoamericanos, aquí éramos una comunidad de chilenos, uruguayos, argentinos, en fin, de distintas nacionalidades que compartíamos y vivíamos entonces ese exilio, pero ese cariño, esa hospitalidad. Y eso es algo que es un valor enorme y hermoso, y es algo que ustedes siempre lo han tenido y que yo espero que siempre permanezca.

Y también decir que si llegamos acá como familia tuvo un origen bien claro, aparte de mi padre que nos pide que abandonemos La Moneda porque no quería muertes inútiles, se lo pidió también a sus asesores, que llegaron lealmente a estar ahí, no eran hombres de armas, no tenían entrenamiento, él no quería esas muertes y les pide que abandonen, pero no se van; pero sí, casi nos obliga a las mujeres que estábamos ahí, periodistas y mi hermana y yo.

Y llegamos, salimos desde La Moneda, no fue nada fácil, se pueden imaginar, sin ningún plan definido, pero, en fin, distintas circunstancias, pero, en definitiva, a una casa donde llegamos, donde nos acogen, a partir de ahí hago un llamado telefónico a la Embajada de México y al otro lado me contesta quien en ese entonces era el Embajador Gonzalo Martínez Corbalá, padre de Gonzalo, que está aquí.

Y es hermoso, es hermoso decir que Gonzalo ni siquiera me preguntó, o sea, yo llamé, marqué, dice “Isabel, ¿dónde estás?”, punto, reconoció inmediatamente mi voz, se dio cuenta.

Y le doy la dirección donde habíamos logrado llegar mi hermana Beatriz, con casi siete meses de embarazo; una connotada periodista chilena que salía todos los días en un noticiario de nuestra televisión nacional, que después fue una de las primeras convocadas a los bandos para presentarse, por supuesto, y ser detenida; y, además, nos acompañaba Nancy Julian, de nacionalidad cubana, pero esposa de quien era el Presidente del Banco Central en Chile, que estaba con mi padre en La Moneda y es uno de los ejecutados, torturados y desaparecidos que murieron por haber acompañado a mi padre. Así que, éramos esas cuatro mujeres.

Y bueno, le doy la dirección y llega Gonzalo, llega Gonzalo y eso fue maravilloso porque llega en el auto oficial de la Embajada de México, un auto enorme, negro, con banderas mexicanas que, normalmente, entiendo, según las reglas protocolarias solo se usan para actividades oficiales, pero el Embajador Gonzalo Martínez se dio cuenta que eso podría ayudar.

Y llega al domicilio y venía con un papel que decía “autorizado a sacar, a recoger a Isabel Allende e hijos menores”, la verdad yo no estaba con mis hijos, estábamos estas cuatro mujeres. Gonzalo no dudó, nos pidió que nos subiéramos inmediatamente y partimos rumbo a la Embajada.

Al menos, nos han de haber hecho parar el auto unas seis, sietes veces, controles militares, estaba prohibido circular. Pero Gonzalo con una serenidad, bajaba el vidrio –no eran automáticos, se bajaba el vidrio en esos años– y decía con gran elegancia y seguridad y mostraba este papel desde lejos “soy el embajador de México y estoy autorizado a circular”, y nadie se atrevía a pedirle el certificado, si se lo hubieran pedido habría sido distinto, y nosotras atrás, además, no había los hijos menores.

Cuento esto porque quiero reflejar la conducta del entonces Embajador Gonzalo Martínez Corbalá, no solo fue con la familia Allende, que fue una especial preocupación del Estado mexicano y del Gobierno mexicano. Quiero decir, que tuvo esa misma conducta de abrir las puertas y defender a esos asilados que ya llegaban tanto a la Embajada como al Consulado, fueron casi 800 personas entre el Consulado y la Embajada.

Y créanme, créanme que no fue fácil. Hubo dos jóvenes que intentaron llegar al Consulado y fueron acribillados por la espalda, iban desarmados, y muertos allí mismo y los dejaron allí para que la autoridad mexicana de la Embajada encabezada por su embajador, vieran los riesgos que se podían correr; y créanme, el ambiente que había al interior –me imagino– del Consulado –nosotros salimos a los cuatro días, tres días–, fue muy fuerte.

Narro esto porque lo digo con verdadero cariño: la conducta del Gobierno de México, la conducta de su embajador, la conducta de haber luchado por todos y cada uno de ellos que llegaron para que pudieran tener ese salvoconducto y salir.

Finalmente, el Canciller Rabasa llega a Chile para una ardua negociación y conseguir los últimos salvoconductos de los 72 que todavía permanecían, hubo gente que estuvo hasta ocho meses, que no los dejaban salir; entre otros, un cineasta muy conocido, Álvaro Covacevich, nuestro querido Luis Maira, que también ha venido a unas jornadas acá en la UNAM; y otra gente bien conocida.

Y, por lo tanto, logran sacar hasta el último refugiado, y después de eso es cuando México, con esa dignidad y con esa capacidad, que nos da lecciones, definitivamente rompe las relaciones con Chile y solo se restablecen cuando recuperamos la democracia y nuestro primer gobierno democrático con Patricio Aylwin, es en ese momento que se reanudan las relaciones.

Por lo tanto, cómo no decir, con qué orgullo, ustedes amigos mexicanos, pueden decir, se comportaron con esa dignidad, con esa valentía, con ese compromiso y cómo salvaron tanta vida de los chilenos y cómo nos permitieron a nosotros rehacer nuestras vidas. Aquí nacieron en algunos casos hijos, yo tengo un sobrino que nació acá, una hija que estudió más de 30 años, vivió más en México que en Chile, en fin, se crearon los lazos, se crearon esos cariños, se crearon esas amistades.

Pablo González Casanova y tantos otros que llegaban a casa de “Tencha”, ayer recordaba el senador Vasconcelos como en su casa recibió a “Tencha”, las conversaciones. Créanme que cuando uno sale en esas circunstancias, recibir ese cariño, esa cordialidad, el abrir las puertas es algo que se agradece profundamente.

Y aquí se ha recordado qué conmemoramos este 11 de septiembre, por supuesto que tenemos la obligación de denunciar la brutalidad que significó esa dictadura civil-militar, tenemos que denunciar lo que significó la desaparición forzosa, las torturas, las detenciones, los degollamientos, quemados vivos, incluso hacer desaparecer los restos, hasta las universidades, la cultura, todo, todo sufrió esa represión más brutal.

Y queremos decir que en el mundo se abrió una solidaridad y una ola gigantesca, quizá solo comparable a la que recibió el pueblo de Vietnam, y después de la Guerra Civil Española. En todos los países democráticos nos abrían las puertas, en todos los países se constituían comités, en todos los países ayudaban a los chilenos a incorporarse a esa sociedad, a encontrar un trabajo, a rehacer las vidas, pero en todos esos países también dialogábamos y conversábamos y aprendíamos de esa experiencia.

Aprendíamos de esa experiencia, usted recordaba cómo, maestro, usted dice que aprendieron de Salvador Allende y de su planteamiento de hacer cambios profundos en democracia, pluralismo, libertad, cambios e institucionalidad.

Bueno, nosotros aprendimos mucho también conversando, dialogando y conviviendo con todos esos países que nos abrían sus puertas y aprendimos también a valorar la democracia, aprendimos también que eso es muy importante, que nada puede justificar el quiebre de la democracia, bajo ninguna circunstancia y ninguna condición, nunca debe quebrarse la democracia.

Y tiene razón, hoy día el Presidente Boric, cuando ha intentado, hasta ahora no lo ha logrado y aquí yo hago mi crítica a los sectores de derecha y extrema derecha en mi país, que son incapaces de entender el mensaje que nos entrega el Presidente Boric, que quería que nos comprometiéramos todas las fuerzas, todas, sin excepción a firmar una carta donde nos comprometemos a que nunca, como decía, por polarizada que esté una sociedad, jamás debe romperse la democracia, ni las violaciones de los derechos humanos y eso todavía no ha sido posible y han pasado 50 años.

Esa será la lucha que seguiremos dando porque tenemos la más profunda convicción que los cambios tan necesarios en nuestra región, tan desigual en nuestros países, tan desiguales, necesitan grandes mayorías; pero también se necesita esos acuerdos, se necesita diálogo, se necesita fortaleza de nuestras instituciones democráticas y quizá hoy día en el mundo más desafiante que nunca.

Porque, además, ya no vivimos la Guerra Fría y la polarización que nos acompañó a nosotros en los sesenta, setenta, pero sí tenemos otros desafíos que tampoco podemos ignorar y sabemos que la justicia social todavía es absolutamente necesaria, válida y es un gran legado, al cual tenemos que comprometernos, pero también necesitamos entender las consecuencias de un cambio climático, también necesitamos entender que la sufren los más vulnerables, los países más vulnerables y los pueblos más vulnerables.

Y también necesitamos aprender el respeto a la tolerancia, el respeto a la diversidad, el respeto al pluralismo; también necesitamos entender que necesitamos avanzar en esos cambios sociales, pero en el marco del respeto, en el marco de la institucionalidad democrática y yo creo que eso fue una gran inspiración que nos deja el Presidente Allende, Salvador Allende.

Yo quiero finalmente decirles que, de verdad, tengo la convicción de que ese legado por la justicia social y esa profunda transformación tan necesaria sigue vigente.

Y tengo la convicción que lo que nos enseñó a soñar, como un luchador social que comenzó, incluso, como dirigente estudiantil secundario, después de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, en el Centro de Medicina, diputado elegido en el año '37, cuatro veces elegido senador y, finalmente, cuatro veces la campaña que recorría el país de norte a sur, un país tan largo como el nuestro.

Fue siempre un gran pedagogo que quería conversar, explicar a la gente que era posible, que era posible recuperar nuestras riquezas, que era necesario afirmar nuestra soberanía, que era importante entender que, como países subdesarrollados –como decíamos–, nosotros estábamos vendiendo barato y comprábamos caro, porque éramos incapaces de generar más tecnología, porque no éramos capaces de generar más valor, porque vendíamos entonces, porque se llevaban nuestras riquezas.

Y por eso mi padre se sintió tan identificado aquí en México, con su historia, cuando fue capaz México tempranamente de hacer esa Revolución Agraria; cuando México recupera, con el general Lázaro Cárdenas, por supuesto, también la nacionalización del petróleo, esa identidad entonces, entre estos dos líderes hechos movimiento, es algo que nos ha acompañado siempre.

Yo quiero, solamente decirles, gracias también a México por esa hospitalidad, por ese cariño, por esa cordialidad, por darnos tantas oportunidades; pero, además, gracias por lo que están haciendo hoy día, a los 50 años que estamos conmemorando.

Porque créanme que es necesaria esa memoria, porque es necesario proyectar el futuro y porque es necesario siempre recordar a aquellos que ya no están con nosotros, aquellos que murieron, aquellos que dieron su vida, aquellos que hoy ya no nos pueden acompañar y por eso siempre tendrán para nosotros ese recuerdo, ese reconocimiento. Como también, nuestro eterno reconocimiento a todos los que nos entregaron esa solidaridad, que es inolvidable.

Y no puedo dejar de decir, cuando mi padre estuvo acá, en su visita, aparte del tan reconocido discurso en la Universidad de Guadalajara, en donde le dijo tantas cosas a esos jóvenes, porque yo creo que lo tenía bastante claro y les quería decir que eran unos privilegiados, estando en la universidad y estudiando, y que tenían que tener conciencia social, porque a la universidad no se tenía que llegar para después tener un título y ganarse la vida, sino para tener conciencia social y aportar a su país.

Pero también, él nos dijo “Los pueblos sin memoria, nada significan y nada valen”, por lo tanto, nos está apelando –y nos apeló desde ya– a esa memoria. Y también, quiero decir, que dijo algo que es importante, él citó una cita cuando estuvo allá, que dijo: “México nos explica, en México se cree con furia, con pasión, con desaliento, como decía Carlos Fuentes”. Y yo creo que algo de eso, quienes vivimos en México, también lo aprendimos.

Y él, como ya decía, recordaba la experiencia del Presidente Lázaro Cárdenas, la nacionalización del petróleo, pero también las estancias de Pablo Neruda, de Gabriela Mistral de México, de José Vasconcelos en Chile.

Finalmente, quiero decirles, lo había mencionado en el Senado, pero creo que de alguna manera, grafica un sentir muy importante, que son las palabras de ese maravilloso poeta, Mario Benedetti, y que nos dice así:

“Para matar al hombre de la paz, para golpear su frente limpia de pesadillas, tuvieron que convertirse en pesadillas. Para vencer al hombre de la paz tuvieron que congregar todos los odio y además los aviones y los tanques.

Para batir al hombre de la paz tuvieron que bombardearlo, hacerlo llama porque el hombre de la paz era una fortaleza. Para vencer al hombre de la paz tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte, matar y matar más para seguir matando y condenarse a la blindada soledad.

Para matar al hombre que era un pueblo tuvieron que quedarse sin el pueblo”.

Muchas gracias.

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