Mensaje de la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, durante develación de cenotafio y homenaje póstumo a Sor Juana Inés de la Cruz
JEFA DE GOBIERNO, CLAUDIA SHEINBAUM PARDO (CSP): Muchas gracias, muy buenas tardes.
Es un honor permitirme hablar el día de hoy, que pienso que es un día histórico, de reconocimiento a Juana de Asbaje, Sor Juana Inés de la Cruz, reconocida en esta “Rotonda de las Personas Ilustres”.
Saludo a Olga Sánchez Cordero, Presidenta de la Mesa Directiva; al General de División, Agustín Radilla, subsecretario de la Defensa Nacional; al Almirante José Luis Arellano, subsecretario de Marina; a Alejandra Frausto, secretaria de Cultura, querida Alejandra; a Nadine Gasman, Presidenta del Instituto Nacional de la Mujeres; Eduardo Villegas; Abelardo Rodríguez García, Presidente Municipal; Camila, querida Camila, maravillosa Camila, bellísimo tu discurso, tu manera de reconocer a Sor Juana.
Al doctor Miguel Lucía Espejo, a Rabindranath, a Martí; a Claudia, secretaria de Cultura; y, por supuesto, a todas y todos los invitados especiales el día de hoy.
La “Rotonda de las Personas Ilustres”, llamada hasta antes de 2003 “de los Hombres Ilustres”, alberga mexicanas y mexicanos que se han destacado por su participación política, su defensa heroica de la Patria, sus contribuciones al desarrollo científico, económico, social y cultural de la Nación.
Esta rotonda fue fundada en 1872 por el Presidente Lerdo de Tejada en el Panteón de Dolores, aquí, el más grande y el primer Panteón Civil de nuestro país después de las Leyes de Reforma. Aquí yacen los restos de 106 hombres y seis mujeres: militares, gobernadores, políticos, ex presidentes; pero también de escritores, artistas, educadores, luchadores sociales. El último en entrar en esta rotonda, Valentín Campa Salazar.
Las mujeres que se reconocen aquí son: Ángela Peralta, Virginia Fábregas, Rosario Castellanos, Emma Godoy, María Lavalle, Dolores del Río, Amalia González Caballero y María Izquierdo; y, en algún momento, estuvieron aquí Guadalupe Vélez y Leona Vicario, esta última, hoy en el Monumento a la Independencia.
Hoy develamos, en este emblemático lugar, el cenotafio en memoria de una extraordinaria mujer: Juana de Asbaje, Sor Juana Inés de la Cruz, símbolo hasta nuestros días de una mujer que, de diferentes formas, demostró sus virtudes como poeta, escritora y dramaturga en un mundo terriblemente conservador, que negaba a las mujeres el Derecho de Estudiar y florecer; mujer valiente que desde niña defendió su lectura, su escritura y su Derecho a la Educación.
Sor Juana, Juana de Asbaje creció en la Nueva España en el Siglo XVII; 127 años después de la Caída de Tenochtitlan y de las grandes epidemias, hambrunas y masacres, en una sociedad caracterizada por la Inquisición, las castas, el dominio de España y de la Iglesia.
En el libro Genio y Figura de Sor Juana Inés de la Cruz, de Ramón Xirau, dice de Juana de Asbaje: “Niña sabia, juguetona a los tres años; muchacha enamorada (...); jovenzuela (...) que discute con los doctores; mujer, que al fin de su vida, abandona dones y bienes para entregarse al ejercicio de la caridad, no necesariamente porque así lo quiso: todo es precoz en sor Juana, incluso la muerte.
Nacida en la Alquería de San Miguel Nepantla, cerca de Amecameca, a unos sesenta kilómetros al sureste de la Ciudad de México, Juana fue hija de padre vascongado, Pedro Manuel de Asbaje, y madre criolla, Isabel Ramírez de Santillana (...).
Juana se entera pronto de que en México existen las escuelas y la universidad. Entre los seis y los siete años –dice Xirau–, se dedica a ‘matar’ a su madre con ’instantes e importunos ruegos’ para que, disfrazada de hombre, la manden a México. Es natural que sus ruegos –en aquella época– fueron desoídos. Lo es también que, viviendo con su abuelo, se dedicara a ‘leer muchos libros, varios que tenía’.
Probablemente llega Juana a la Ciudad de México a los ocho años. Es seguro que a las trece ‘la introdujeron en el Palacio (...) donde entraba con título de muy querida” de la señora Virreina’, la Marquesa de Mancera. Antes de entrar en la corte aprende latín con el bachiller Martín de Olivas”.
En 1667 entra al Convento de las Carmelitas Descalzas, donde solo permanecen unos meses y, en 1669 entró al Convento de San Jerónimo, donde permanece por 27 años, en donde hoy se encuentra El Claustro de Sor Juana, tiempo en el que escribe gran parte de sus obras.
Muy probablemente, como cuentan sus biógrafos, la decisión de entrar al Convento se debió, principalmente, a que era el único lugar donde podía seguir leyendo y escribiendo. De ahí, quizás, el nombre del libro de Paz de “Las trampas de la fe”.
La obra de Sor Juana es vasta: de 1683 a “Los empeños de una casa”, y de 1689 “Amor es más laberinto”, dos de sus obras más reconocidas. Pero también escribió en náhuatl, escribió villancicos y divertimentos; sus poemas, letras sacras, autos y loas forman parte de una vasta obra recopilada por Méndez Plancarte.
No pretendo aquí hacer una biografía de Sor Juana y su obra, que hay grandes estudiosos que lo han hecho, y muchísimos más que hoy también buscaban recuperar, en diversos lugares, sus obras aún perdidas. Pero encuentro trascendente de hablar de su conocimiento del náhuatl y la defensa de los Derechos de los Indígenas, así como también, por supuesto, de la defensa de los Derechos de las Mujeres como lo muestra su vida y sus escritos del periodo de 1690 y ‘91.
Entre estos años se vio involucrada en una disputa teológica a raíz de una crítica privada que realizó sobre un sermón del muy conocido predicador jesuita Antonio Vieyra, y que fue publicada por el Obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, bajo el título “Carta Atenagórica”; él la prologó con el seudónimo de “Sor Filotea”, recomendando a Sor Juana que dejara de dedicarse a las humanas letras y se dedicase, en cambio, a las divinas de las cuales −según el Obispo de Puebla− sacaría mayor provecho.
Esto provocó la reacción de la poeta a través del escrito, “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, donde hace una encendida defensa de su labor intelectual y en la que reclamaba los Derechos de la Mujer y los Derechos de la Mujer a la Educación. Es de esa época −y no podemos dejar de leerlo en este día− todavía su subversivo poema “Hombres necios”, que vale la pena recordar al menos en algunos de sus versos:
Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis. Si con ansias sin igual solicitáis su desdén, ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal? Combatís su resistencia y luego con gravedad decís que fue liviandad lo que hizo la diligencia. (…) Con el favor y el desdén tenéis condición igual, quejándoos si os tratan mal, burlándoos si os quieren bien”. Opinión, ninguna gana, pues la que más se recata, si no os admite, es ingrata y si os admite, es liviana”
¡Cuán actual!
Es realmente extraordinario –dice Octavio Paz–, que las trampas de la fe, que en medio de una cultura masculina donde solo hombres podían entrar a estudiar, la persona, “el mejor escritor”, dice él –“escritora”, digo yo– de la nueva España, sea una mujer: Sor Juana Inés de la Cruz, cuyos textos, sonetos y poemas fueron editados en España y son de la talla de muchos otros escritores del Siglo de Oro.
La única posibilidad que tuvo Juana de Asbaje de desarrollar su arte fue en la Corte y en la Iglesia, negándose a toda mujer la posibilidad de entrar a la Universidad; pero también hay que entender que hubo mujeres que, por ser de otras castas, ni siquiera tuvieron ese Derecho.
Sor Juana Inés de la Cruz tiene hoy un lugar en esta rotonda y representa no solo su reconocimiento como poeta, como escritora, como pensadora, como una de las mejores representantes de las letras de los Siglos XVII y XVIII y de la actualidad, junto con otros grandes, sino un reconocimiento al pleno Derecho de las Mujeres a la Educación y al amplio desarrollo como científicas, como ingenieras, como historiadoras, como filósofas, como cultivadoras de sus lenguas originarias, como artistas, como poetas, como políticas, como madres, como abuelas, como personas con plenos Derechos.
En el México de hoy, en el mundo de hoy, la decisión de Sor Juana de permanecer en el Convento de San Jerónimo para poder dedicarse a las letras y al estudio sigue siendo válido en algunos lugares del mundo, no lo es en México, pues el Derecho a la Educación es universal; sin embargo, las mujeres muchas veces deben elegir entre estudiar y dedicarse a la familia o dedicarse a la doble jornada, como si la pareja no tuviese la obligación de hacerlo, o sencillamente como madre sin pareja.
Luchamos por que eso no sea así, porque las mujeres puedan ser madres y esposas, si así lo desean, y al mismo tiempo puedan desarrollarse con todas sus potencialidades; seguimos construyendo, todos los días, un México para que cada niña, cada joven, cada mujer pueda cumplir sus sueños.
La igualdad tiene que ver con eso, con reconocer los Derechos plenos de las niñas, las jóvenes, las mujeres, de vivir sin violencia y que la sociedad reconozca los Derechos de cada niña y cada mujer.
Todos los días seguimos luchando contra la corrupción, contra la entrega de bienes nacionales a empresas trasnacionales, por el fortalecimiento de la Democracia, contra la represión y por la libre expresión. Trabajamos todos los días por reducir las monstruosas desigualdades, porque cada mexicano y mexicana tenga Derecho al Bienestar material y espiritual.
Queremos un México sin discriminación, sin clasismos y también queremos un México sin machismo, donde las mujeres puedan vivir con Derechos plenos; esa también es la lucha contra la desigualdad.
Sirva este bello homenaje y la sabia decisión del Presidente de la República de colocar los restos de Sor Juana Inés de la Cruz en la “Rotonda de las Personas Ilustres” como un homenaje a la escritora, a la poeta, pero también a su espíritu indomable, a su legado; y sirva también para reconocer el Derecho de cada niña, de cada joven, de cada mujer, a vivir con Derechos Humanos plenos.
Y permítanme, porque también son actuales otros escritos de Sor Juana, leer el siguiente:
“En perseguirme, mundo, ¿qué interesas? ¿En qué te ofendo, cuando sólo intento poner bellezas en mi entendimiento y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas; y así, siempre me causa más contento poner riquezas en mi entendimiento que no mi entendimiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que, vencida, es despojo civil de las edades, ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades, consumir vanidades de la vida que consumir la vida en vanidades”.
Y, como dijo Gracia en El Divino Narciso: “Ni entre los muertos busques al que está vivo siempre”.
Así que, siempre viva Juana de Asbaje, Sor Juana Inés de la Cruz. Bienvenida a la “Rotonda de las Personas Ilustres”.
SUBSECRETARIO DE GOBERNACIÓN, RABINDRANATH SALAZAR SOLORIO (RSS): Muy buenas tardes.
A nombre del secretario de Gobernación, el licenciado Adán Augusto López Hernández, agradezco la presencia de todas y todos quienes forman parte del presídium; y a nuestros, a nuestras invitadas especiales, a todas las personalidades.
Saludo con especial afecto a la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, a la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, digna representante del empoderamiento femenino, no solo en la capital, sino en todo el país.
Celebro que nos acompañe el día de hoy la Presidenta de la Mesa Directiva del Senado de la República, la doctora Olga Sánchez Cordero Dávila, quien, sin duda con su presencia da realce a este importante evento.
De igual forma, saludo a la licenciada Alejandra Frausto Guerrero, secretaria de Cultura, promotora de las artes, así como de nuestras más ancestrales tradiciones.
Me es grato saludar también a la Presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres, a la doctora Nadine Gasman Zylbermann; por supuesto, la presencia del Presidente Municipal de Tepetixtla, Abelardo Rodríguez García, quien representa la tierra de que es originaria Sor Juana Inés de la Cruz.
Igualmente, saludo al maestro Eduardo Villegas, coordinador de Memoria Histórica y Cultural de México; agradezco, por supuesto, a la niña del Semillero Creativo de Arte Esencial de Tlaxcala, Camila Juárez, seas bienvenida a este importante evento.
A mis compañeros subsecretarios, a todas las personalidades que se dan cita esta tarde, me da mucho gusto saludarles a todos.
Estar reunidos aquí, en la “Rotonda de las Personas Ilustres”, me llena de orgullo y satisfacción; este espacio fue creado para mantener viva la memoria de nuestras forjadoras y constructores de la Patria.
Mexicanas y mexicanos excepcionales son honrados en este recinto por sus acciones en pro de la defensa de nuestra Nación y su Soberanía, por sus aportaciones en el ámbito científico, académico, artístico o cultural como sus virtudes cívicas o políticas.
Cada altar aquí presente se encuentra alrededor de la “lámpara votiva”, la cual representa la permanencia de la vida y obra de cada una y cada uno de los personajes que aquí se encuentran; gigantes que brindan ejemplo a presentes y futuras generaciones.
La “Rotonda de la Personas Ilustres” ofrece sepulcro de honor a quienes nos antecedieron; es por ello que hoy nos reunimos para develar el Cenotafio de Sor Juana Inés de la Cruz y honrar su memoria a través de este homenaje póstumo.
Mexicana nacida en San Miguel Nepantla, en lo que hoy es el Estado de México, en el seno de una sociedad que no privilegiaba la educación de las niñas, adolescentes y mujeres, tuvo desde temprana edad el don de la inteligencia, fue prodigiosa en las letras y de aguda sabiduría; sin embargo, se encontró ante la incomprensión de una sociedad donde el acceso al conocimiento era exclusivo de los hombres.
Anhelaba recibir instrucción académica superior, pero había solo dos espacios para lograrlo: la Iglesia o la Universidad, la cual no consideraba el acceso a las mujeres; pese a ello, se abrió camino en aquel mundo prohibido y masculino, el de la razón.
Al conseguir un lugar en la Corte donde vivió bajo la protección de la Virreina Leonor Carreto, se definió a sí misma como la gran literata del mundo novohispano barroco: Sor Juana rompió las reglas y su fama cruzó los mares.
Era una mujer de letras, de pensamiento, de vivencias profundas y poco explicables; ante la falta de padre y un entorno de pobreza, lo único que le permitió a seguir cultivando sus pasiones fue el convento; así, continuó leyendo, investigando y escribiendo.
Fue una mujer de pensamiento crítico y acertadas convicciones, que levantó la voz en defensa de las mujeres y de sí misma; rompió los estereotipos sobre el papel femenino en la sociedad y fiel a sus ideales, allanó el camino para las futuras generaciones; realizó escritos en prosa y poesía, así como homenajes de gratitud, epístolas, elegías, teatro, estudios filosóficos y piezas musicales.
La celda de Sor Juana fue la sala que reunió a hombres de la talla de Carlos de Sigüenza y Góngora, Tomás Antonio de la Cerda y a su esposa Luisa Manrique de Lara.
Y aunque a sus 40 años vendió su biblioteca y se dedicó a las tareas del convento, ya había sido edificado su legado a nuestra Nación y al mundo entero.
En el año de 1695, Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana enfermó. El convento que había sido escenario de reuniones y conversaciones doctas se convirtió en la tarima de la muerte; la epidemia de cólera atacó a las monjas y Sor Juana se contagió, mientras ayudaba a cuidar a sus compañeras.
La Décima Musa es una de las 19 mujeres que buscamos reconocer a través de la Iniciativa para reformar el Artículo XVIII de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales –cuya gran promotora, por cierto, nos acompaña el día de hoy: la senadora Olga Sánchez Cordero–, a fin de que nuestro Lábaro Patrio sea izado en los aniversarios luctuosos de aquellas mexicanas que trascendieron por su valentía y determinación en el periodo novohispano, la Independencia, la Reforma, la Revolución y los Movimientos Sufragistas.
Debo mencionar que, hasta hoy, este máximo honor solo se le ha concedido a algunos de los hombres próceres del país; sirva la ocasión y la memoria de Sor Juana Inés de la Cruz para impulsar la Transformación nacional, para que la voz de cada mujer no solo sea escuchada, sino tomada en cuenta en cada ámbito del desarrollo de nuestro país.
Destaco en este día, ante todas y todos ustedes, la importancia de que se garantice el acceso de las mujeres a la Educación y a que sean respetados sus Derechos Humanos y Políticos. Debemos de asegurarnos de avanzar con paso firme en la erradicación de la violencia y la discriminación, que no tienen cabida en una Nación Democrática.
Concebir un México de Justicia Social comienza por dotar a mujeres y hombres de las mismas oportunidades y espacios de desarrollo, privilegiando que cada mexicana –desde su infancia– descubra sus fortalezas, que le lleven a desarrollar a plenitud su potencial sin distingos, ni prejuicios, pues son ellas, sin duda, inspiración y ejemplo, son el centro de la Transformación nacional que, por mandato popular, encabeza el Presidente de México, el licenciado Andrés Manuel López Obrador, quien, con hechos, privilegia como nunca el liderazgo y participación de todas y cada una de las mujeres de México.
La historia de Sor Juana nos inspira, conmueve y alienta a seguir trabajando a favor de todas aquellas mujeres que han visto reducidas sus posibilidades de éxito por cuestiones de género, que se han perdido en el devenir histórico o cuyas voces han sido silenciadas.
Por ello, reiteramos el día de hoy el máximo compromiso del Gobierno de México con las mujeres, niñas y adolescentes mexicanas.
Muchísimas gracias.
SECRETARIA DE CULTURA, ALEJANDRA FRAUSTO GUERRERO (AFG): Muchas gracias. Es un honor estar en la “Rotonda de las Personas Ilustres” dándole la bienvenida a Sor Juana Inés de la Cruz.
Saludo con mucho cariño, admiración y aprecio al presídium. Gracias, querida Jefa de Gobierno, por estar siempre en las mejores causas y ser ejemplo; y, hablando de ejemplo, nuestra Presidenta del Senado, querida Olga Sánchez Cordero, gracias también por estar con nosotros.
Querida Camila, gracias por compartirnos ese villancico tan hermoso de Sor Juana; amigas y amigos, servidores públicos de los tres niveles de gobierno que se encuentran hoy en el presídium, que se encuentran en esta soleada rotonda; artistas de varias disciplinas; representantes de la Academia; gracias por estar aquí, querida Silvia.
Las Personas Ilustres que están en esta rotonda lo han sido por su rebeldía, por su nadar a contracorriente y mostrar que otro mundo es posible; a lo largo de los años hemos homenajeado su espíritu revolucionario, y en esta época de profunda Transformación se hace aún más justo reconocerlo.
En este lugar de revolucionarios, no podía faltar Sor Juana, no en cuerpo, sino en espíritu; después de Malintzin, fue la mujer que nos dio otra Patria: la del conocimiento y el reconocimiento de que el intelecto es fuerza suficiente para rebasar los límites sociales y dar cabida a la naturaleza creadora.
Juana Inés de Asbaje –ya se dijo– nació al pie de los volcanes en una hacienda dominica en San Miguel Nepantla, Estado de México, en 1648. Aprendió a leer a los tres años y fue célebre desde niña por su adelanto intelectual y artístico; todos quienes la trataban se admiraban de su capacidad de hacer versos, con esa proclividad a la poesía descubriría muy pronto su vocación.
Hacia 1659, se trasladó a esta ciudad para vivir con unos parientes; cuando se acercaba a la edad de 16 años, sus familiares, preocupados, vieron en ella el riesgo de ser perseguida por inteligente –citando a Diego Calleja–, así que la llevaron a la Corte del Virrey Marqués de Mancera para que tomara parte como servicio de la Virreina; ahí, de inmediato destacó por su brillantez y gracia, y vivió uno de los episodios más célebres de su vida joven, cuando el Virrey reunió a 40 sabios especialistas en diversas disciplinas para que la examinaran, de ello escribió Calleja:
“A la manera de un galeón real se defendería de las pocas chalupas que la envistieran, así se desembarazaba Juana Inés de las preguntas, argumentos y réplicas que tantos, cada uno en su clase, le propusieron”.
Más tarde tuvo que elegir la clausura, como orgullosa monja Jerónima, tal vez –como ella misma decía–: la hija de un santo dedicado al conocimiento para poder continuar explorándolo; en palabras de Elena Poniatowska: “Supo, desde el primer momento, que la única batalla que valía la pena es la del conocimiento”.
“Eligió ser monja para poder pensar”, dijera Octavio Paz. No estudiaba para escribir, menos para enseñar, solo quería ignorar menos. Escribe en su “Respuesta a Sor Filotea”: “Pensé que yo huía de mí misma, pero ¡miserable de mí! Trájeme a mí conmigo”. No hay gran misterio en su elección, así podía dedicarse libre y completamente a la poesía y al estudio.
Sor Juana también fue dramaturga, escribió obras religiosas y humanas con igual profundidad. En su poesía, no solo usó el español, sino también el náhuatl y el habla rítmica de los negros como queriendo incorporar la totalidad de su época; escribió sobre música, supo de ciencia a un grado incómodo para las autoridades eclesiásticas; su celda, en el Convento de San Jerónimo, era no solo una biblioteca, sino un museo de arte y de máquinas, de Astronomía y Óptica.
Ella siempre dijo que escribió por encargo de quienes le pedían textos y poemas, pero confesó que el “Primero sueño” fue lo único que escribió por gusto. Antonio Alatorre dice que este poema trata de la dolorosa incapacidad del alma de poder conocerlo todo; y Sor Juana quería hacerlo en una época en la que el mundo estaba en contra de los empeños de una mujer que deseaba el conocimiento.
El “Primero sueño” es la expresión del deseo más íntimo y profundo de Sor Juana: conocerlo todo, leerlo todo sin límite alguno, sin fronteras, sin estorbos. El “Primero Sueño” es, en verdad, “el poema de su vida”, citando a la autora.
Su Respuesta a Sor Filotea es tal vez la defensa más emocionante e intensa que se ha escrito sobre la libertad de crear. Sor Juana pensaba que su inteligencia era un regalo de la divinidad y que ella estaba obligada a desarrollar ese regalo, escribir para deleite de los demás.
Los estudiosos de su vida generalmente han sido hombres, por lo común la han visto como una intelectual heroica, pero resignada; sin embargo, la primera mujer sorjuanista, Dorothy Schons, escribió que para Sor Juana el momento en el que la Iglesia le arrebató sus 4 mil libros significó la muerte; se dejó morir cuando perdió su Derecho a dedicarse a la escritura, a la lectura, a pensar, y murió físicamente un 17 de abril de 1695 durante una epidemia de peste en el Convento de San Jerónimo.
Décima Musa, primera feminista, luchó por la Libertad Intelectual en general y de la mujer en particular; por eso, su voz ha recorrido los siglos como una contundente protesta ante la censura y la incomprensión. Desde su celda, rodeada por miles de volúmenes, con una visión que transparentaba no solo sus muros, sino las fronteras, logró remover los cimientos de muchas conciencias.
Margo Glantz ha dicho que Sor Juana se enfrentó a la autoridad, la sorteó y ganó; para ella, lo fundamental era no supeditarse y entender las cosas, no aceptar las versiones de los demás. El eco que encontró a partir del Siglo XX no se ha apagado, al contrario, cada día Sor Juana nos dice algo más; somos herederas, herederos de sus intereses y preocupaciones, así como de la bandera de la Libertad y de la Igualdad que enarboló.
Alguna vez, cuando la mandaron a dejar sus estudios, dijo que lo intentó y logró dejar los libros por unos tres meses; pero “en cuanto a no estudiar absolutamente, como no cae debajo de mi potestad, no lo pude hacer, porque aunque no estudiaba en los libros, estudiaba en toda esta máquina universal”.
A su curiosidad nunca se le pudo poner correa, como su amor por el conocimiento estaba cruzado por la Libertad, no le imponía límites.
La poesía fue el refugio de Sor Juana ante la sociedad, el encierro, pero quizá también la manifestación más profunda de su resistencia; la poesía también puede ser la mejor posibilidad de penetrar las fisuras y hacer brotar la semilla del cambio porque la Cultura es transformación y el amor a la lectura y a la poesía es hallar, ya, un camino en la vida, como el que anda, ya, Camila Juárez a sus nueve años desde Chiautempan, Tlaxcala.
Con sus compañeros de Semilleros de arte, Camila, eres representante del futuro creativo de México. Esta mañana me confesaste que quieres estudiar Arte y Astronomía, quieres ser artista y astronauta; Sor Juana, sin duda, te inspiró, querida Camila.
Gracias a la visión del Presidente, Andrés López Obrador, vivimos un cambio profundo, pasamos de un sistema de privilegios a un Sistema de Derechos; ahora la Cultura es un eje de Transformación para toda sociedad y no un elegante accesorio para unos cuantos, es uno de los caminos para encontrar la Igualdad y la Justicia, la paz y la armonía, es una fuerza poderosa para recuperar la Patria.
Hoy, como Camila, hay 500 niñas y niños poetas en toda la República, de los 12 mil que dedican sus tardes al arte y a transformar su vida.
A Sor Juana la hizo eterna el arte y, hoy, la honramos con esta pieza en el histórico Panteón de Dolores, en el que el Presidente de la República ha instruido dignificar, revalorando a quienes descansan en esta “Rotonda de Personas Ilustres”, que forman parte del espacio público recuperado para todos los mexicanos, el Bosque de Chapultepec.
Este cenotafio es el reconocimiento nacional a la más grande escritora que hemos tenido, a la gran voz de un continente durante tres siglos de dominación.
Agradezco a las personas e instituciones que lo hicieron posible: a la Secretaría de Gobernación, al Gobierno de la Ciudad de México, a la Coordinación de Memoria Histórica, a los Institutos de Bellas Artes y al INAH; a los creadores de esta pieza: a los escultores Andrea Maldonado, Miguel Ángel Carroll y a Enrique García Estévez, aquí presentes. Un aplauso a ustedes.
Hoy, donde Sor Juana vivió y escribió y murió, existe una Universidad; hoy, en su celda existe una biblioteca.
Porque el camino más certero a la Libertad es la Cultura; porque la Libertad que ahora se vive es plena y no solamente se anhela, sino que se ejerce desde la palabra hasta la creación; porque hoy, ninguna niña tiene que elegir el encierro o la clausura para liberar su pensamiento; porque hoy, amamos la Libertad como la amó Sor Juana.
Muchas gracias.