Mensaje de las palabras del secretario de Obras y Servicios y del encargado de Proyectos Especiales de la Secretaría de Cultura, durante el encendido de alumbrado decorativo en el zócalo por el 112 Aniversario de la Revolución Mexicana
SECRETARIO DE OBRAS Y SERVICIOS, JESÚS ANTONIO ESTEVA MEDINA (JAEM): Buenas noches a todas y a todos. Pues hoy, nuevamente estamos en el Zócalo para encender alumbrado relativo a las conmemoraciones de las fiestas que tiene nuestro país.
Como siempre les doy las cifras: son 2 mil 700 focos led que se están encendiendo el día de hoy; 3.3 kilómetros de escarcha, 4 kilómetros de cables, 1 kilómetro de manguera, 350 kilos de varilla, 250 kilos de alambrón. Y, todo esto realizado por 35 compañeros del área de Alumbrado de la Ciudad de México.
En esta ocasión es un mosaico que tiene que ver con Ricardo Flores Magón, un precursor de la Revolución; y tiene el simbolismo, de que también pusimos previamente en el Día de Muertos, un alumbrado que tiene su origen en Posada y que los dos colaboraron con “El Hijo del Ahuizote” en un periódico que es “El Hijo del Ahuizote” de José Guadalupe Posada.
Entonces, es lo que tenemos para el día de hoy, gracias.
ENCARGADO DE PROYECTOS ESPECIALES DE LA SECRETARÍA DE CULTURA, JUAN GERARDO LÓPEZ HERNÁNDEZ (JGLH): Buenas noches. Gracias a la Jefa de Gobierno, gracias a todos ustedes.
El 21 de noviembre –o sea dentro de algunos pocos días– vamos a conmemorar, a traer a la memoria el primer centenario de la muerte de Ricardo Flores Magón, un personaje imbricado con la historia de nuestra ciudad, sabemos que su familia llegó a esta ciudad desde su natal Oaxaca en la década de 1870.
Pero hace 130 años, hace unos cuantos meses, a mediados de mi 1892 y para oponerse a la tercera reelección de Porfirio Díaz, los alumnos de la Escuela de Jurisprudencia organizaron una manifestación que inició con el estreno de una pieza musical llamada “No Reelección” ante la tumba de Benito Juárez, en el Panteón –hoy museo– de San Fernando.
Aquellos jóvenes marcharon hacia la Alameda congregando a un contingente y de ahí se dirigieron hacia el Palacio Nacional, por la calle que hoy se llama “Francisco I. Madero”. Los preparatorianos del grupo trataron –sin éxito–, de tocar “Arrebato las campanas de la Catedral” para que más gente se uniera al llamado contra “Don Perpetuo”.
Inauguraban así una jornada de lucha, en la cual podemos encontrar la más antigua huella de la intensa vida política del joven Ricardo Flores Magón, de apenas 19 años entonces, en estas mismas calles por las que caminamos nosotros.
Al día siguiente, los estudiantes trataron infructuosamente de repetir la acción, comenzado en la Alameda, donde la Policía Montada los dispersó a punta de cintarazos. A quienes alcanzaron el Zócalo, los golpearon los gendarmes, “les dieron pamba” dijo la prensa; otros aplicaron la táctica del mitin relámpago por las barriadas de la ciudad.
Se sabe que Ricardo, el hijo de Margarita Magón y del campesino, soldado, republicano, Teodoro Flores, anduvo en esa acción por el Barrio de Santa Anita, informando a los obreros y campesinos, removiendo conciencias: “Vamos circulando por la ciudad, digamos al pueblo que tiene derechos”, había arengado a sus compañeros estudiantes. A partir de ese momento, no dejaría de revolucionar conciencias.
En el tercer día de aquella jornada de protestas, mientras se dirigía a la multitud montado en la reja del Monumento a Enrico Martínez, la Policía lo arrestó y lo puso junto con otros estudiantes en la azotea del Antiguo Palacio de Ayuntamiento, iniciando así la historia, su historia, siempre poniendo a prueba sus principios.
Primero, echó a andar durante su vida, una estrategia basada en la crítica del despojo y el abuso que realizan los poderosos cuando orientan la acción del Estado a la protección de sus negocios personales, como hizo el Porfirismo y como ha hecho el Neoliberalismo justamente llamado Neoporfirismo.
Después, se dedicó a la divulgación de la información como una tarea de educación del pueblo, a través de las publicaciones en las que participó y las que organizó, y las que rescató: “El Demócrata”, “Regeneración”, “El Hijo del Ahuizote”.
En tercer término, podemos ver su influencia en la organización del pueblo para la toma del poder, a través de la formación del Partido Liberal Mexicano, de clubes revolucionarios en la década previa a la Revolución Mexicana, y de guerrillas.
De aquella su primera prisión, fue este pueblo, el pueblo de la Ciudad de México quien, por medio de la movilización y la presión sobre las autoridades municipales, lo liberó y lo acompañó, como se hizo patente durante las tres décadas de su vida revolucionaria e incluso en su retorno a esta ciudad, ya en un féretro donde fue inhumado después de recorrer 2 mil 600 kilómetros a cargo de los trabajadores ferrocarrileros de uno y otro lado de la frontera norte de nuestro país. Desde la prisión de Leavenworth en Kansas, a mitad de los Estados Unidos, hasta el local de la Alianza de Ferrocarrileros Mexicanos, actualmente Frontón México, en la Colonia San Rafael.
Ricardo Flores Magón estuvo preso múltiples ocasiones en Ciudad de México, exiliado durante 16 años; preso en los Estados Unidos, pero la luz de su estrella revolucionaria nunca se apagó, ni se apagará, mientras no perdamos de vista y no salga de nuestra memoria el objetivo estratégico de la transformación, tal como él lo describía.
Decía: “México es el país de los inmensamente pobres y los inmensamente ricos. Casi puede decirse que en México no hay término medio entre las dos clases sociales: la alta y la baja, la poseedora y la no poseedora. Hay, sencillamente, pobres y ricos. Los primeros, los pobres, privados casi en lo absoluto de toda comodidad, de todo bienestar; los segundos, los ricos, provistos de todo cuanto hace agradable la vida”.
México es el país de los contrastes, contra eso es contra lo que luchamos y así es como honramos su digna memoria, junto con nuestra Jefa de Gobierno, la doctora Claudia Sheinbaum.